TNtecesito escribir otra vez sobre El Paladar de la Felisa. Sí, ya saben, ese restaurante cacereño sito en un primer piso de la calle Sergio Sánchez del que de vez en cuando les cuento alguna historia. Van a pensar ustedes que tengo acciones en él, pero les aseguro que escribo porque Felisa, la cocinera, y Viki, la ma®tresse , me ponen, me inspiran, me pueden... Como cada Womad, comencé el festival yendo a comer al Paladar con los colegas. Pues bien, aparece Viki, a la que evidentemente todo el mundo llama La Viki, empieza a recitar los platos, se olvida y llama a gritos a... La Felisa, que asoma sus gafas último diseño por la puerta de su territorio y oferta exquisiteces. La carta es extensísima, pero algunos platos fallan, aunque por razones que habría que colocar en el ámbito de lo desopilante. Oigamos las explicaciones de Viki: "Chipirones rellenos no tenemos porque no nos ha dado tiempo a rellenar los chipirones... ¿Bacalao a la plancha? ¡Buf! La plancha no nos la traen hasta esta tarde... El ron de naranja... Lo tenemos, lo tenemos, pero es que no sé dónde he puesto la botella".

Dirán ustedes que cualquiera va a ese restaurante. Pues se equivocan porque lo que tienen está exquisito. Tomamos una ensalada de bacalao con naranja, un rabo de toro, unas endivias con roquefort, queso y nueces, unas croquetas o un falafel de chuparse los dedos. No todo van a ser aplausos: pedí un Strudel, postre alemán de manzana al que ellas llaman Gertrudis por simplificar, y no me gustó. Pero el resto, de rechupete. Y además, no paras de reírte.