El mexicano Joselito Adame acabó convertido en el triunfador de la tarde de ayer en las Ventas, merced a una estocada que cobró entrando sin muleta, que le valió para cortar una oreja. Sin embargo, abandonó la plaza, para ser atendido de una contusión.

El extremeño Ginés Marín, en cambio, era el claro ejemplo de la decepción y del enfado después de que su muy deslucido lote no le haya permitido pegar «ni un solo pase en condiciones», dijo.

«Me da mucha rabia porque me consta que, después del triunfo del otro día, había mucha gente ilusionada con volver a verme torear. Pero es que no he tenido la más mínima opción», declaraba Marín.

Y no la tuvo porque su primero no tuvo la más mínima fuerza para mantener la vertical, por mucho que el usía decidiera, no sin polémica, no devolverlo. «El señor presidente lo ha considerado así, y no queda otra que acatarlo. Pero no sé lo que ha podido ver en él para mantenerlo en el ruedo porque creo que estaba claro que el animal no aguantaba, no tenía nada de fortaleza, y, por si fuera poco, cuando amagaba con embestir siempre lo hacía por dentro, buscándome, y todo intento con él ha sido en balde», añadió.

«Y el otro simplemente no veía, se me venía siempre cruzado y ha sido imposible. Puedo entender que en un momento dado no se vea ese defecto en los corrales, pero luego en el ruedo hay muchas personas encargadas de velar por el espectáculo. Por eso me da mucha rabia irme así hoy, con una sensaciones totalmente distintas a las de hace dos días», concluyó visiblemente enfadado.

Por su parte, Francisco José Espada fue el peor parado, al quedar fuera de combate al entrar a matar al toro de su confirmación de alternativa y mandó al hospital. EFE