Más allá del centrifugado de caderas y el desmelene general, los Carnavales de Brasil deparan sorpresas. Por ejemplo, ver a la top de tops Gisele Bundchen a lo María Jiménez en el camino del Rocío: descalza, despeinada y, en el caso de la supermodelo, en Río de Janeiro y poseída por la batucada (momento de frenesí que recoge la foto horizontal).

La supermodelo brasileña, con una tarifa de 8.000 euros la hora, le dio a las caderas, a la pandereta, a las palmas y a lo que fuera en compañía de la escuela de samba Mangueira.

Otra agrupación, la Grande de Río, dio una calurosa bienvenida al pasaje del crucero Queen Mary 2, y regaló la estampa del día: la de los turistas jubilados (en la foto cuadrada) que, mareados por las curvas y las plumas de las bailarinas, seguían como podían el ritmo de la samba intentando que no se les desbocaran ni el corazón ni los triglicéridos.