Desde tu cielo.

Hace apenas unos días dejaste tu Extremadura querida, para alcanzar ese otro lugar que por tus actos mereces; fuiste un buen esposo y mejor padre, buen amigo de tus nietos, amén de abuelo, y un suegro formidable; entre tus muchas virtudes yo destacaría la generosidad, la serenidad y la templanza al afrontar los problemas, que no fueron pocos al gozar de una familia tan numerosa como tenías; fuiste ejemplo a seguir por todos, nunca te hemos visto desanimado ante las vicisitudes que la vida te planteó y siempre estuviste dispuesto a echar una mano a quien te lo pidiera --ya fueran familiares, amigos o vecinos--; nos diste mucho sin pedir nada a cambio, porque tu corazón, aunque enfermo, era grande y generoso. Sirvan estas humildes palabras para reconocer públicamente la valía de un hombre que pasó por la vida haciendo el bien a sus semejantes, con sus defectos --que también los tenía-- pero era tanta su entrega a los demás que apenas se vislumbraban aquellos. Tengo el convencimiento absoluto que incluso ahora, allí, desde tu cielo, aún sigues protegiéndonos y amándonos porque al encontrarte en esa dimensión espiritual puedes acompañarnos a todos.

Gracias por todo, Gonzalo.

E.L.