PLAZA: Casi lleno en tarde de buena temperatura y nubes.

TOROS: Seis de Zalduendo, de juego desigual aunque con movilidad. Destacaron primero, premiado con la vuelta al ruedo, segundo y quinto. Sosos tercero y sexto y manso el cuarto.

TOREROS: Enrique Ponce, dos orejas tras aviso y ovación tras aviso. Antonio Ferrera, oreja con petición y dos orejas y rabo. César Jiménez, oreja con petición y oreja.

CORRIDA: Segunda de la Feria de Zafra.

La ganadería de Zalduendo atraviesa un momento de extraordinaria regularidad. Los toros que envió Fernando Domecq a Zafra no es que fueran todos de excepcional juego. Los hubo bravos, uno manso y otros hasta con un punto de sosería. Pero todos tuvieron la nota positiva de la movilidad. Cumplieron en los caballos, se desplazaron en banderillas y resultaron colaboradores para la muleta.

Empezó bien la función y posiblemente también por eso, el listón se colocó muy alto. El excelente animal que abrió plaza, recibió los honores de la vuelta al ruedo, premio creo que justo y merecido, pues apretó en varas, galopó después y llegó a la muleta de Ponce con transmisión y repitiendo incansable. El valenciano, inteligente siempre, lo llevó con pulso firme, lo templó prodigiosamente y disfrutó de cada momento en una faena vivida con interés desde los tendidos. Toreó a placer, compuso una obra maestra y se gustó en los cites, abrochando cada serie con adornos muy toreros. Una gran estocada dio paso a una espectacular muerte de bravo, que como tal fue arrastrado lentamente para recoger una sonora ovación. Al cuarto, un manso que anduvo suelto y a su aire en los primeros tercios, Ponce supo sacarle los muletazos sin dejarle ver la salida. Así, se inventó una mezcla de redondos y circulares que duraron una eternidad. Al final, el de Zalduendo acabó como empezó, rehuyendo la pelea y cerrado en tablas.

Ferrera se encontró con un segundo de corrida que tuvo empuje y poderío. Se empleó en varas y Ferrera lo banderilleó con entrega en un tercio vibrante, del que salió ileso tras caer en la cara del toro. Lo fundamental de su faena de muleta fue la ligazón y un comienzo prometedor, pero el toro se fue apagando y con él también la labor del torero.

Y LLEGO EL LIO

Con el quinto formó un auténtico lío. Otro animal bravo y con codicia, que sólo tuvo el defecto de querer rajarse al final de su lidia, al que había que calmarle su ímpetu a base de temple. Ferrera lo consiguió al final, pues la faena tuvo una primera parte vibrante y la segunda con más reposo y gusto. El conjunto fue muy completo, con el refrendo de una gran estocada y los máximos trofeos.

No fue la mejor tarde de César Jiménez. Su lote llegó a la muleta con embestida algo sosa y faltó emoción. Aún así, el joven torero se empleó a fondo, quiso agradar siempre y sacar de sus toros todo lo que llevaban dentro. Ante el tercero consiguió una buena serie al natural, pero especialmente la soberbia estocada que por sí sola valió la oreja. Con el sexto, de embestida al trote y descompuesta, Jiménez volvió a poner toda su voluntad, pero no lució.

Una vez más hay que aplaudir al palco y a su presidente, don Manuel Lucia, que estuvo como hay que estar, justo. Ni de más, ni de menos, concediendo los trofeos precisos para que Zafra no sea una tómbola en rebajas de fin de feria, ni tampoco un tribunal de exigencias desmesuradas. Hacen falta presidentes así.