Escritor

No es fácil fotografiar una Catástrofe. No es fácil captar el Gran Acontecimiento. Aunque estés allí, en el momento decisivo y en el lugar preciso, nada hay más complejo en fotografía que apresar la evidencia de lo Tremendo. Porque, ¿qué sucede cuando la noticia no sólo se erige en círculo central de la Realidad sino que transforma la Realidad misma hasta el punto de adquirir una viscosa condición autónoma que anula las referencias convencionales, los puntos de apoyo, e incluso penetra en la cámara y en la mirada del fotógrafo?

Quizás porque todavía está al acecho, nadie habló a fondo del Chapapote, de su verdadera naturaleza, en este atroz invierno que estamos a punto de atravesar gracias al calor producido por la piel del pueblo cuando se roza, por el aliento de un relato común que se echó fuera de la siniestra corte del pensamiento cautivo. Pero, ¿y el Chapapote qué viene siendo?

Conocemos ahora su composición química, de muy peligrosa catadura. Sabemos, más o menos, sus dimensiones. Pero, ¿dónde está la línea de la Catástrofe, esa delgada línea roja de la que hablan en las guerras de la jungla? Aquí no existe. Aquí tenemos una relación muy especial con el enemigo.

La más precisa descripción verbal la hizo un técnico francés del batiscafo Nautille: "El fuel, entre aguas, avanza silencioso". Es el gran sicario pegajoso. Su sombra, su amenaza de malhechor mutante, hacen de él un personaje. El lado oscuro que, de repente, golpea y todo lo ennegrece. Y como tal lo percibimos en la mente.

Hubo muchos cruces de palabras y discursos, hubo montañas de falsedades, pero el verdadero ruido de la marea negra fue el silencio. El silencio desesperado del mar. El silencio de las aves espantadas. El silencio del chapapote, avanzando, con sigilo, avanzando. El silencio de lo pescadores y voluntarios, porque en la lucha contra el fuel se traba la lengua y todos los sentidos se concentran en una hipnosis defensiva de la mirada. Y estaba después el silencio activo de los fotógrafos en el frente más importante: donde se dirime lo que es visible e invisible. Gracias a ellos tenemos el gran relato de la peor catástrofe ecológica en los océanos, la que lleva el irónico título del Prestige, como irónico hasta la metáfora fue el nombre de Titanic.

Esta exposición configura ese gran relato, tanto más verídico cuanto que es contado con el perspectivismo de muchas miradas plurales. Nos transmite no sólo información y documentación, en contundente feed-back que desmonta pieza a pieza la inverosímil ficción oficial, sino también sensaciones, emociones y épica humana, la de la extraordinaria gente corriente, que hacen de esta muestra un ser vivo laboriosamente salvado para la re-existencia por trabajadores de la luz que vencieron la invisibilidad y su viscosa estrategia.