Dos mil cuatrocientos un metros es la máxima cota de Extremadura. Esta cumbre tiene varios nombres, el correcto es El Torreón, y así lo llaman sus habitantes más próximos. Pero el más habitual, incluso en los mapas, es el de pico Calvitero, aunque es menos correcto, pues se presta a confusión con la cuerda del Calvitero, que continúa hacia Ivila y Salamanca, donde alcanza mayor altura, 2.435 metros exactamente. El Torreón marca la división de Cáceres con esas dos provincias castellanas. Al otro lado del Puerto de Tornavacas se alza otro gigante de similares dimensiones, tan sólo dos metros más bajo, el pico de La Covacha, de 2.399 metros, y segunda cumbre extremeña.

Una vez aquí arriba, tan sólo se puede bajar. Describir estas cumbres es sencillo: nieve y hielo la mayor parte del año, tan sólo los calores del centro del verano les liberan de su manto blanco y muestran su naturaleza rocosa. Es el "corazón de roca viva" que citaba Unamuno, uno de tantos enamorados de Gredos. El granito es el alma de la montaña, un alma que asoma en grandes superficies donde el suelo es incapaz de establecerse y, por tanto, sin vegetación.

Sólo el color verde claro tiñe estas duras superficies. Son manchas de líquenes centenarios, tal vez milenarios. Los únicos seres vivos capaces de medrar en un medio mineral tan pobre y seco.

Curiosamente, varias especies de Gredos también habitan la lejanísima Antártida.

Por su geología, la Sierra de Gredos es un gigantesco batolito granítico. Durante miles de años fue el hielo el escultor; la época glaciar dejó soberbias muestras de su arte natural en las altas cumbres. Pasados los gélidos fríos, la acción de nuevos escultores, agua y viento, siguen tallando la roca a un ritmo lento e imperceptible para un humano.

La vegetación por encima del límite del arbolado es de extrema simplicidad: prados alpinos en las partes más altas y por debajo amplias extensiones de matorral, piorno serrano en su mayoría, con algunos claros de pastizal y afloramientos rocosos. A veces aparecen las turberas. Allí no crecen arbustos ni árboles, pues el suelo es demasiado pobre, en especial en nitrógeno. Por ello aparecen plantas carnívoras minúsculas, que obtienen el nitrógeno de los insectos que capturan en sus pegajosas hojas. En zonas resguardadas la complejidad vegetal aumenta y crecen escasos abedules, serbales, acebos y tejos. Pero lo más valioso en Gredos son pequeñas matas, que en ocasiones tienen aquí su único refugio en todo el mundo. En el pasado el límite del arbolado quedaba más arriba, a unos 1.500 metros, hoy está sólo a 1.200 de media.

La fauna también es única, sobre todo en el contexto extremeño, y en especial los insectos tienen muchas especies exclusivas. La fauna de vertebrados es escasa, las difíciles condiciones no favorecen la biodiversidad, pero sí la originalidad. Aquí está el único lugar de Extremadura donde se halla, por ejemplo, la salamandra o el sapo de Gredos, la lagartija serrana, la musaraña enana, el topillo nival, el acentor alpino, el bisbita alpino o el pechiazul. Pero el emblema no es otro que la cabra montés, la cabra hispánica, ungulado exclusivo de España con una raza propia de Gredos. Tras rozar hace un siglo el vértice de la extinción hoy goza de excelente salud y son miles las que medran en Gredos. Tantas que la caza vuelve a permitirse.

Por otro lado, todo el área está catalogada como Lugar de Importancia Comunitaria (LIC), mientras que en la vertiente castellano-leonesa (Avila) está declarada Parque Regional.

PROBLEMATICA AMBIENTAL

Las altas cumbres de Gredos, gracias a su aislamiento e inaccesibilidad, se mantienen como naturaleza salvaje en Extremadura. La acción antrópica apenas se percibe, excepción hecha de la ganadería en verano y los incendios provocados en el matorral para crear pastos. La escasez de nieve y la difícil orografía han impedido el asentamiento de impactantes infraestructuras dedicadas al esquí. La situación es muy distinta ladera abajo. Los antaño espesos y viejos bosques de robles y castaños de La Vera, Jerte y Ambroz, han quedado muy reducidos tanto por los incendios en zonas altas, como por la puesta en cultivo de cerezo en las bajas. Por otro lado, el furtivismo cinegético (trofeos) sigue haciendo mella en las poblaciones de cabra montés.