Hace algunos años María Jiménez y Pepe Sancho aparecieron por Mallorca invitados por una firma que patrocinaba un trofeo de golf. Los dos eran conocidos pero no estaban en la primera línea de la actualidad, aún así consiguieron llamar la atención en todo el campo. En el carrito eléctrico en el que atravesaban el golf Bendinat, Pepe Sancho y María Jiménez llevaban, además de los correspondientes palos, una botella de whisky. Al final del recorrido María no conseguía darle a la bola y los gritos que Pepe profería en el hoyo 18, se oían en el otro extremo del campo.

Al parecer, Pepe llegó al matrimonio con la afición al golf incluida en el personaje y María, para que no la acomplejara su marido, aprendió en las horas, días, semanas y meses que pasó sola en la casa que la pareja poseía en la urbanización La Barrosa, situada en la localidad gaditana de Chiclana de la Frontera, junto a un campo de golf diseñado por Severiano Ballesteros.

María jugaba al golf como las ricas y ociosas, pero ella estaba retirada por abandono de su público y destruida física y anímicamente. Pepe, mientras tanto, paraba poco en la casa familiar y se paseaba por los platós de cine y televisión y por los bares y locales de Madrid. Al final, consiguió de nuevo recuperar fama y trabajo.

Un día María despertó, reinventó su personaje desgarrado, las ganas de pelea y dijo basta a las infidelidades de su marido. La separación ha acabado en guerra abierta, pero para entender tanta acusación y tanto grito, lo mejor es ver de nuevo Días de vino y rosas, aquella dramática película de una pareja a la que une y separa el alcohol.