TEtl artista fue el gruista. El hombre salió a saludar con su mono de operario, pero no sabía hacer reverencias. Lo suyo es el pulso, el tacto y la destreza digital. El sábado fui a ver Organo de luz a Mérida y descubrí un nuevo protagonista dramático: el gruista, convertido en la estrella más ovacionada de la noche. Me lo pasé como nunca y también me olvidé del espectáculo como nunca. Vamos, que estuve toda la noche exclamando asombrados ¡oooooh!, pero en cuanto enfilé la carretera de Cáceres ya me había olvidado de todo. Fue... Pues eso, un espectáculo de destrezas, un entretenidísimo circo de sorpresas amenizado por una Orquesta de Extremadura que pareció difuminarse durante la interpretación de la Séptima de Beethoven y cuyos músicos, durante pasajes de la Marcha Fúnebre de Lutoslawski, estaban tan asombrados como el público y miraban directamente a la red humana que el gruista llevaba por los aires en lugar de atender al director.

La Fura dels Baus ha sabido adaptar su lenguaje a los gustos de la modernidad y sabe mezclar como nadie la composición estética con la tecnología y la capacidad de asombro. El resultado es que alucinas, lo flipas y la caña de España. A mí, la verdad, el teatro y la música clásica me gustan en plan burgués: sentadito cómodamente, a la temperatura ideal y sin molestias. Al aire libre, ya sea en Mérida, Las Veletas o Alcántara, no estás cómodo, el calor puede contigo y los pi-pi-pi de las cámaras digitales te vuelven loco. Menos mal que a veces aparece un gruista misericordioso y te salva la noche.