El murmullo se extendió por todo el instituto en apenas unas horas. «Es ella, la chica del vídeo», se oía por los pasillos cuando Cristina (nombre ficticio de la joven de 15 años) los cruzaba. A Cristina la había grabado su novio mientras mantenían relaciones sexuales hacía unos días. Ella no estaba muy convencida de que se grabaran, pero al final lo hizo como «una prueba de amor». El chico guardó el vídeo en su teléfono móvil, donde lo encontraron sus amigos e iniciaron una cadena de envíos que acabó con el vídeo colgado en una plataforma de descarga. O eso es al menos lo que se decía en el instituto. Cristina no volvió a aparecer por allí. Los murmullos que se oían esos días en el centro decían que había dejado de ir clase, que había cambiado de instituto o incluso de ciudad. Que fuese adonde fuese, aquella imagen la perseguía. Que todo el mundo la reconocía como «la chica del vídeo».

«Casos como este los hemos visto infinidad de veces», señala Carmen Cabestany, docente de educación secundaria y secretaria de la asociación No al Acoso Escolar, que recuerda que el acceso de los jóvenes a la tecnología es «peligroso a todos los niveles». «Mandamos circulares a los padres para que los niños no traigan los móviles a clase o que los mantengan guardados, pero es una lucha sin cuartel y la tenemos perdida», indica.

En ese universo virtual se establecen también relaciones humanas, y como en el mundo real, algunas son actos delictivos que encuentran en la red la mejor forma de expandirse. Y cometerlos en internet puede acarrear incluso penas mayores. Es por ello que la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD) ha difundido un manual que pretende ayudar a evitar ser víctima de delitos relacionados con la utilización de información personal en internet o ser quien los comete. El sexting (difundir imágenes íntimas sin consentimiento) y el acoso son solo dos de ellos.

«Cuando están solos en su habitación y se relacionan a través de un teléfono móvil tienen sensación de impunidad, de que pueden hacer lo que les dé la gana», indica Cabestany, «y se retroalimentan en grupo». Que el acoso escolar se dé en internet dificulta que sea detectado, pero también lo «facilita», comenta la experta. «Es mucho más evidente porque deja rastro, sirve como prueba de que se está produciendo». Y es entonces cuando puede intervenir incluso la brigada de delitos informáticos. En esto coincide con la AEPD, que recuerda que todos los comportamientos en internet «dejan huella».

Si has tenido un mal día, qué opinas de un libro, cómo es tu sala de estar, las canciones que cantas a diario, tus hábitos haciendo deporte, tus horarios e incluso dónde estás en cada momento. Toda esta información la entregamos en tiempo real a miles de desconocidos a través de las redes sociales. Es lo que se conoce como oversharing. «Cuanta más información se comparta en la red, más riesgo hay de robo y suplantación de identidad», apunta el manual, que aconseja reflexionar antes de publicar y no compartir información personal.

Son delictivas las acciones de control sobre la mujer para saber en todo momento dónde está, qué hace o con quién se relaciona con servicios y aplicaciones. Y la violencia de género, cuando se concreta en estos delitos, constituye siempre un agravante que aumenta las penas, tal y como recuerdan desde la AEPD. Lo mismo ocurre con las calumnias e injurias, que cuando se realizan a través de internet, se agravan. Y en los casos en los que no hay delito, se puede estar cometiendo una infracción a la normativa de protección de datos, y esto también es sancionable.

Estafas y otros delitos

La fiscalía cree que la tecnología, «desgraciadamente, también ha comportado un aumento inusitado de la delincuencia». Así lo señala en el comunicado que difundió por el Día de Internet, en el que destacan las estafas en la red. Es el caso del phising, uno de los métodos más utilizados por delincuentes cibernéticos para estafar y obtener información confidencial de forma fraudulenta, como el número de tarjeta de crédito.

Uno de los últimos casos estaba vinculado al Banco Santander. Sus clientes recibían correos electrónicos en los que, por una supuesta comprobación de seguridad, tenían que seguir un enlace y actualizar sus datos. La propia entidad respondió a los usuarios que compartieron la información en redes sociales confirmando que se trataba de una «suplantación de identidad»: «Desde Banco Santander nunca te vamos a enviar correos solicitándote datos privados ni la descarga de ficheros y/o archivos». Ese es el consejo del manual.