Se desmoronó y confesó. En pleno vuelo de Amsterdam a Barcelona, Fernando Adalid Penas, taxista barcelonés de 32 años, se confesó ayer autor de la muerte de su novia, la médica Gloria Sanz Silva, desaparecida en Tarragona el 18 de enero. No sólo eso. Facilitó el punto exacto donde escondió el cadáver, que fue hallado anoche en un paraje boscoso del término municipal de Vallirana (Baix Llobregat). Adalid pernoctó en la comisaría de Tarragona y hoy pasará a disposición judicial.

Como si de un goteo constante se tratara, los dos policías de la comisión rogatoria que lo custodiaban en su extradición fueron desgranando todos los indicios que lo vinculaban con la muerte de su novia. Minado por la presión y por su inminente llegada a España, comunicó a los agentes su intención de confesar.

SIN ESCAPATORIA

Y habló con claridad. Tras decir que había matado a Gloria, se ofreció a guiar a la policía hasta donde había ocultado el cadáver. "Se desmoronó en el avión", afirmaron fuentes de la investigación, que añadieron: "Seguramente se dio cuenta de que no tenía escapatoria y que mentir sólo serviría para retrasar la resolución del caso".

Los agentes le recordaron en el avión que, además de la sangre de Gloria encontrada en el maletero de su taxi, existe un testigo que había visto ese coche aparcado en el garaje de la casa de la doctora el mismo día que se perdió toda noticia de ella. También le hicieron saber que conocían la evolución de su relación sentimental y el hecho de que Gloria se había negado el día antes de su desaparición a volver con él.

Cuando bajó del avión, a cara descubierta, serio pero aparentemente tranquilo, Adalid había decidido colaborar. Le esperaba un todoterreno conducido por policías, el vehículo ideal para adentrarse en una zona montañosa, en el paraje donde había arrojado a su prometida. Fue introducido en el coche rumbo al puerto del Ordal.

El todoterreno se adentró poco antes de las seis de la tarde en un camino junto al puente del Lladoner, en Vallirana (Baix Llobregat). A medio kilómetro, en el interior de un bosque muy denso, estaba el cuerpo de Gloria, en avanzado estado de descomposición.

A media tarde, la policía avisó a la familia de la joven. Rubén Sánchez, su cuñado, lo contaba entre sollozos: "No puedo hablar, sólo os quiero dar las gracias y decir que la familia esta destrozada", musitó.

Los padres y la hermana hacía días que se temían lo peor. Les angustiaba que Fernando Adalid se negase a revelar qué pasó el 18 de enero y que estuvieran condenados a seguir buscando a la joven.