TLta otra tarde me encontré a un cinéfilo maldito de Cáceres en una tienda de moda gallega y estaba comprando ropa negra, sólo ropa negra. En el parlamento español, los diputados malditos son los de Esquerra Republicana de Cataluña. Sus colegas de hemiciclo los llaman Los hombres de negro porque visten trajes oscurísimos, corbatas apagadísimas, camisas negrísimas. Los museos españoles están llenos de varones que visten de negro y observan el arte muy serios y muchachas que visten de colores y sonríen. En Extremadura, la milagrosa corte maldita de las letras, las artes, el diseño, los cortos y la publicidad está plagada de príncipes negros. Románticos, existencialistas, posmodernos, alternativos, escépticos... Desde hace dos siglos, el negro es el color de la náusea, la inquietud, el descreimiento y la contestación. Sólo hacia 1960, el negro dio paso a los colorines cuando el movimiento hippie de provos , lisérgicos, okupas e ibicencos dio un respiro a la oscuridad y llenó el antisistema de alegría caleidoscópica.

Pero ahora, ya ven, de nuevo ha vuelto el negro como imagen de marca, como pose, como identificación. He ahí el hombre circunspecto de moda: visita pubs con inquietudes, se abriga con lanas oscuras, tiene cara seria adornada con medias sonrisas cansadas, compone poses que significan estoy de vuelta de todo... Ellas, sin embargo, siguen siendo luminosas y divertidas, nunca creyeron demasiado en el Romanticismo ni en el Existencialismo y llevan 200 años vistiendo de colores, iluminando la oscuridad masculina.