"A mi me preocupan más los niños que mueren de hambre, pero si me apuras me dan más pena sus madres, perdonen sus gobernantes es tan mi ignorancia no entiendo que en pleno año 2000...A mil kilómetros de aquí se están muriendo de hambre-"

Así reza el estribillo de uno de los temas del cantante Melendi y con esa canción de fondo que inspira la confianza de que tras la denuncia de él, de miles de nosotros; que tras la voz, cada vez más fuerte de los que piden, lloran o cantan por el otro mundo , este, tenga la meta cada vez más cercana de que la igualdad se puede conseguir y de que en este paraíso haya como decía Moustaky pan y rosas blancas para todos .

Pero para que esto suceda no solo una canción lo va a hacer posible. En el otro mundo : el de los sintecho, los pobres, los perseguidos, los hambrientos, los torturados, los asesinados cruelmente en eso que ahora se llaman daños colaterales , el de los sin voz ni voto, la música no cambia el dolor ni el sufrimiento, lo cambian las acciones, la generosidad, las medicinas, la comida, la sanidad- las personas.

Nosotros podemos cantar, escuchar, emocionarnos con Melendi, con U2, con la música, las palabras, los actos benéficos pero al final seguiremos mirándonos el ombligo de herederos del primer mundo, ¡y la suerte es la suerte¡.

Hay quien va más allá. Da igual que bajo bandera blanca y amarilla, cruz tintada de rojo o bata blanca. Va más allá, mucho más allá. Tanto que su generosidad no solo se vuelca de Navidad en Navidad, ni de donativo a papeleta no. Va de dar la vida. La vida: no tener una coca-cola fresca, tres comidas al día, un sillón donde echar la siesta, agua para lavarse, un analgésico, un trabajo remunerado- y encima llenar de esperanzas, de posibilidades, de ilusiones a otros . Luchar, vivir, pelear por que tengan algo que no sea vivir sufriendo y morir llorando.

Sintámonos en deuda con todos aquellos que renunciaron a su suerte de nacer en el primer mundo y entraron a formar parte de los elegidos para construir la igualdad entre los hombres de la tierra.

Dedicado a Emi González Márquez, hornachega. Misionera de las Hermanas de Cristo Crucificado.

Actualmente eligió vivir en los poblados de Padre Las Casas, en la Republica Dominicana, donde una cordillera divide a los pobres de los ricos. Donde una montaña de diferencias separa los grandes hoteles del todo incluido de la más extrema pobreza. Su dieta diaria consiste en treinta kilómetros a pie por la selva, una comida al día básicamente arroz y plátano y la alegría de llevar a hombres mujeres y niños la ayuda que necesitan.

Gracias Emi y como no, gracias a Nemesio y a los cientos de desconocidos que como ellos comparten el placer de servir.