TCtuando escribo faltan unas horas para que suenen los clarines del miedo. Y en la cafetería del Hotel Arteaga, de Olivenza, ya se habla de toros. Y mucho. Con la emoción del toreo presentido. Algunos preguntan por "lo de Rivera". Ni está ni se le espera, contesta alguno malicioso. Es la medalla de la discordia. Quizá la lista de los premiados apabulle, de Antonio Ordóñez a José Tomás, de Curro Romero a El Viti, de Alvaro Domecq a Paco Camino... Quizá apabulle también la lista de los aún no premiados, de Paco Ojeda a Joselito. Que si mejores, que si peores. Pero toreros.

La gente va y viene. Acodado en la barra me tomo un Tío Pepe. Me encuentro con Alfonso Rey, el pintor. Expone sus cuadros en los salones del hotel. Toros, claro. Y toreros, por supuesto. El ha pintado el cartel que este año anuncia la feria. Y allí está el original para disfrute de los presentes. Manolete me mira. Cuido mucho las miradas, me dice Alfonso.

Primera vara. Y volvemos a la medalla. Dice Morante que es una vergüenza. Y se explica. Pero por mucho que se explique ha abierto el portón de toriles. A él sí se le espera. ¿Estará mejor que Rivera en Almendralejo? A Francisco se le escapó un toro de taco. El pueblo soberano le dio una oreja. Y es que su cara les sonaba de la tele. ¿Es eso malo? Tercia Cayetano diciendo que no juega con Morante ni a las chapas. Ceno en compañía de magníficos amigos. Entre ellos Javier Piriz, el dueño del hotel. El también está en capilla. Toda ciudad tiene un hotel que huele a patio de cuadrillas. Viene gente de fuera y uno está orgulloso de enseñar esta Extremadura que emprende. Y seguimos hablando de toros.

Segunda vara. José Tomás y Paco Camino devuelven su medallita. Así como en la suerte contraria. Por un momento no sabemos si van o vienen. Lo de Morante fue un volapié, esto es otra cosa. No está bien. Tiene calidad de exabrupto. No parece muy elegante. Hay que apretarse los machos cuando vienen mal dadas. Son las cosas de José Tomás. Y llueve sobre mojado. Ya provocó a Ponce en su día. Lo de Camino es otra cosa. Pasaba por allí y le cogió el toro. Digo yo. A su edad no está para enredos. Bajamos a tomar una copa. Y por allí más gente con ganas de hablar de toros. Que si este año se caen las eralas. Que si la del sábado. Que si Espartaco...

Tercera vara. Viene Vara y me pregunta por "lo de Rivera". Y le digo lo que opino. Que Rivera es un gran torero. Tal vez no sea una figura del toreo. Pero tiene oficio para derrochar. Que tal vez no sea torero de arte, vale, pero en esto con seis letras ya se dice mucho: torero. Que tal vez hay quien quiera hacerle pagar el ser pasto de la prensa rosa. Como si los misterios del toreo no pudieran airearse en terrenos donde no se respeta a la Fiesta. Tal vez. En todo caso, esto antes se resolvía en el ruedo. Más toros en puntas, más vergüenza torera y más puertas grandes. Eso era antes, me dicen los descreídos. Ahora habrá que seguir acontecimientos en la prensa canalla.

Y va el descabello para gobernantes y mandamases. Porque el despiporre llega cuando uno lee, negro sobre blanco, los méritos que dan pie a la concesión: una oreja en Madrid en el 2000 y otra en el 2001. Y lo de Ronda. No saben y se nota. Son esos mismos políticos que han rendido su voto a la prohibición los que incluyen el toreo entre las Bellas Artes. Como premio de consolación. Son los que bajan la cabeza ante el acoso que sufrimos. Los que callan. Los que no saben y no contestan. Porque nuestra fiesta está prohibida en muchos lugares. Y cuando digo lugares no me refiero a recónditos países subsaharianos. Prohibida aquí, en España.

Puntilla. Y me pregunto, ¿quién pierde más? La fiesta, me contesto mientras vuelvo a Badajoz. Y cavilando, cavilo que allá en los cielos de la tauromaquia más contento estará Paquirri que Dominguín. Yo también. ¡Enhorabuena maestro!