Cuando la temporada de lluvias se junta con la de huracanes, la tragedia se abate sobre las frágiles regiones pobres y deforestadas de Centroamérica. Una borrasca agravada por el paso del ciclón Ida provocó el domingo una docena de riadas y más de un centenar de aludes de rocas y barro en El Salvador. Los cuerpos de socorro removían ayer lodo y escombros en busca de más víctimas, mientras las autoridades contaban ya 130 muertos y unos 60 desaparecidos. Degradada a tormenta tropical, Ida cruzó el golfo de México y llega hoy a la costa de Luisiana (EEUU), con Nueva Orleans de nuevo en alerta.

El presidente salvadoreño, Mauricio Funes, decretó el estado de emergencia, pidió la ayuda internacional y habló por radio y televisión. Era su "día más triste" y "uno de los más trágicos de que se tenga memoria". Funes explicó que "en solo cuatro horas se precipitó una cantidad de agua similar a la que cayó en cuatro días durante el Mitch", el huracán que hace 11 años devastó varias zonas de América Central. El presidente reconoció: "Pero también el drama a que asistimos es producto de la precariedad en la que se encuentran amplias zonas del país".

ALUDES DE ROCAS Los ríos desbordados y los desprendimientos de tierras se llevaron más de 200 casas en cinco de los 14 departamentos del pequeño país centroamericano; otras 2.000 resultaron dañadas, sobre todo en las faldas del volcán Chinchontepec, donde los torrentes provocaron aludes de rocas, árboles y lodo. "La casa se fue con la corriente", contaban algunos en Verapaz.

En varias zonas de San Salvador se registraron emergencias, entre ellas deslizamientos, que dejaron por lo menos 1.300 damnificados, dijo a los medios locales el alcalde capitalino, Norman Quijano.

El ministro de Defensa, David Munguía Payés, aseguró que seis helicópteros participaban en las labores de rescate, mientras que su colega de Salud, María Isabel Rodríguez, confirmó el desplazamiento de equipos médicos a los albergues y la instalación de unidades móviles en las zonas de emergencia.

Las autoridades precisaron que un 40% de las víctimas mortales eran menores, de entre dos y 17 años.