En el gremio periodístico ha hecho fortuna la cínica frase que aconseja que "la verdad no te estropee una buena noticia". Y algunos publicistas, siempre en busca del impacto en el consumidor, parece que han adaptado el lema a su profesión, algo así como "que una foto real no desluzca un buen cartel". Este ha sido la premisa de la Conferencia Episcopal.

La campaña antiabortista Protege mi vida --en la que afirma que el Gobierno protege más la vida de los linces ibéricos (en vías de extinción) que la de los niños-- ha topado, también, con la dejadez del publicista de turno que, si bien acertó en la foto de la izquierda --es, en efecto, un niño, como tocaba--, erró en la de la derecha, pues en lugar de un lince ibérico colocó un euroasiático. Una especie sobre la que, de momento, José Luis Rodríguez Zapatero no ha hecho ademán de cobijar, sobre todo porque no se le conoce domicilio en España. Es decir, no hay ni uno.

La principal diferencia entre el Lynx linx (euroasiático) y el Lynx pardinus (ibérico) es el tamaño. El primero puede llegar a alcanzar los 21 kilos. El autóctono de la península Ibérica, solo la mitad. Lo que es innegable es que ambas especies mantienen vínculos lejanos y provienen de un mismo tipo de animal, el Lynx issiodorensis, ya extinguido y que habitó Europa en el Pleistoceno. La evolución diferenciada del Lynx pardinus y del Lynx lynx puede explicarse fácilmente por la teoría de la evolución de Darwin. Del que se desconoce el nombre es del lince que confundió ambas especies. La Conferencia Episcopal se ha mostrado "muy satisfecha" por el impacto de la campaña. No es la primera que se sacrifica la verdad por el impacto. En publicidad, claro.