TSteñora ministra, la igualdad es otra cosa. Por ejemplo, guarderías en los centros de trabajo, para que los padres no tengan que correr la maratón cada mañana. Y horarios que concilien vida laboral y familiar, y así nuestros hijos no tendrán que ser cuidados por personas extrañas o volver a casas vacías a estudiar solos. O más meses de baja maternal, que nos permitan dejar a los niños al menos con un año, y volver a ganarnos la vida sin tener que recurrir a los pobres abuelos cada vez que surgen los malditos virus. O, puestos a pedir, estaría bien aumentar las ayudas económicas, que cien euros no dan para mucho tal y como están las cosas. O que no haya despidos por quedarse embarazada. Señora ministra, que no ministro, porque así funcionan las reglas morfológicas en nuestro idioma, hágame caso. Cambie la realidad y las palabras cambiarán solas. No es la lengua la que crea la necesidad de un nombre, sino a la inversa. No se inventó el código de los sms para que surgieran los móviles, sino que fueron estos y la creación de la necesidad de respuesta inmediata lo que inventó ese sistema utilizado ya por todos. El braille no crea ciegos, ni el lenguaje de signos, sordos. Ni el francés a los franceses, ni los mensajes secretos a los espías. Déme mecanismos para que no me sienta diferente, pero no juegue con cortinas de humo. Hágame la vida más fácil, para que ser mujer no tenga que convertirse en una carrera de obstáculos, pero no enmascare con polémicas absurdas la cruda realidad: la huelga, la crisis, las desigualdades...Y pónganse manos a la obra, no a las palabras. Para pan y circo, ya tenemos la Eurocopa.