El mismo día de septiembre que se volvía a hablar de los horrores del franquismo encausados por Garzón , mi padre me entregaba un documento que había encontrado este verano en la casa que heredó de su abuelo materno. Estaba fechado en noviembre de 1938 y hablaba, literalmente, de papel moneda puesto en circulación por el enemigo. Atando cabos averigüé que se trataba del documento que le dieron a mi bisabuelo a cambio de todos los ahorros de su vida, setecientas diez pesetas de las de entonces. Nunca supimos nada de ese papel, estaba más escondido que ninguno y se encuentra en un estado impecable. Supongo que mi bisabuelo tuvo que entregar todo el dinero que guardaba, que había sido emitido por el gobierno republicano, cumpliendo el decreto de Franco que aparece citado en el documento. Tecleé en internet los datos del decreto y me aparecen las siglas de una asociación de perjudicados por las incautaciones del gobierno franquista. Les envié una copia del documento para saber si ese dinero había sido recuperado o no, pero desde la APIGF me respondieron que, si teníamos el papel, es porque nunca se devolvió. Y así acabé hablando con María de su asociación, de las tristezas silenciadas y de esa otra página de la historia que pasamos sin leer: no se conformaron con que el ejército de la república estuviera cautivo y desarmado, ni con reprimir con cárcel, muerte y exilio a los disidentes, sino que también acabaron robando impunemente. Ya hubo leyes para devolver lo incautado a algunos partidos y sindicatos, pero las personas, las que se vivieron el drama en soledad, siguen esperando.