La errática evolución de la gripe A y la imposibilidad actual de saber con certeza cuáles son los grupos más afectados por la infección inquietan a la comunidad científica y a las administraciones sanitarias, que permanecen expectantes intentando informar a la población para que esté alerta, pero sin caer en la alarma.

Las incógnitas afectan también a la vacuna contra el nuevo virus, que se encuentra en fase de elaboración, pero cuya eficacia aún no ha sido probada. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha pospuesto hasta finales de septiembre la definición de qué colectivos deben ser vacunados de forma prioritaria porque son los de máximo riesgo de sufrir la gripe. Esa indefinición impide saber cuántas dosis de vacuna necesitará cada país, y complica la futura distribución del fármaco.

Tal es la incertidumbre, que el contrato de precompra que el Gobierno ha suscrito con los dos laboratorios que producen la Graxo SmithKline y Novartis incluye una cláusula que permitirá adquirir solo las dosis que sean necesarias, aunque la cantidad encargada abarque al 40% de la población española. Esa vacuna, en cualquier caso, no llegará a Europa antes de diciembre. Otra duda se centran en la juventud de muchos de los infectados, en el hecho de que convierta en población vulnerable a las embarazadas, y en averiguar si supone un riesgo adicional para los obesos.