A veces, una simple rotura de fémur de una hija puede hacer brotar en su madre el sentimiento de pena que no aparece por ningún lado cuando esa misma mujer contempla impasible cómo su marido abusa sexualmente de la pequeña. Algo así podría deducirse de la sentencia hecha pública ayer por la que el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana concede una jugosa indemnización a una madre que se guió por esos parámetros.

La mujer fue condenada el 15 de marzo a tres años y seis meses de prisión por permitir que su esposo diera rienda suelta a sus impulsos sexuales con su hija adoptiva. Dos meses después, la justicia le reconoce que tiene derecho a ser compensada con 15.000 euros por la depresión que sufrió cuando la menor se lesionó en el colegio al ser empujada por un compañero.

El origen de este caso se remonta a marzo del 2001, cuando la pequeña se fracturó el fémur en el colegio público Blasco Ibáñez de Alginet (Valencia). Tras ser operada, sufrió otras dos facturas durante el periodo de convalecencia, por lo que tuvo que permanecer 35 días hospitalizada y usar muletas un año.

Según la sentencia, la madre quedó seriamente afectada por una depresión como consecuencia de "los padecimientos de su hija", a quien "dedicó una constante atención". Por esto el matrimonio inició un contencioso contra la cicatería de la Consejería de Educación del Gobierno valenciano, que accedió a abonar a indemnizarles por las lesiones de la menor y la depresión de la madre. Paralelamente, se abrió una causa penal contra el matrimonio por delito de abuso sexual continuado sobre la chica.