Investigaciones realizadas por científicos contratados por la tabacalera Philip Morris, de EEUU, demostraron que respirar el humo ambiental que desprende un cigarrillo, el denominado humo de segunda mano, tiene una concentración de tóxicos cuatro veces más alta que la que llega al pulmón del fumador. El Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo (CNPT) difundió ayer algunos datos de esos estudios, iniciados en los años 70, que Philip Morris nunca permitió publicar, que ahora han sido desclasificados por orden judicial.

Los estudios fueron encargados por la tabacalera a la firma alemana Inbifo. Simultáneamente, Philip Morris creó un entramado de ingeniería financiera que aseguró que el resultado de esos estudios nunca se relacionasen con la empresa que los contrató, explicó la CNPT. "Las tabacaleras han investigado, y conocen, los efectos del humo ambiental del tabaco desde hace 30 años, pero siempre han ocultado la información", añadió.

DESCLASIFICADOS Esos estudios (desclasificados y difundidos en internet: www.tobaccodocuments.org) demostraron que el humo ambiental del tabaco, el que respira el fumador pasivo, es mucho más tóxico y dañino para la salud que el que llega a los pulmones de quien ha encendido el cigarrillo voluntariamente.

"El humo que expele al aire el extremo de un cigarrillo tiene de tres a cinco veces más de nicotina, monóxido de carbono (CO) y alquitranes que el que aspira el fumador --afirmó ayer Rodrigo Córdoba, presidente del CNPT--. Ese humo secundario está más cargado de tóxicos porque no pasa por el filtro ni atraviesa el contenido del cigarro, como sí lo está el que se aspira".

El tabaquismo pasivo causa cada día dos muertes en España, la mayoría por cáncer de pulmón y enfermedades coronarias, según la CNPT, que añadió que a ese humo de segunda mano se le atribuye un 75% de los cánceres de fosa nasal.

De los 200 casos de cáncer de este tipo diagnosticados cada año, 150 se atribuyen al humo ambiental del tabaco, y los otros 50 a la exposición del afectado a sustancias tóxicas desprendidas en el lugar de trabajo, como el polvo de madera, el refinado de níquel o hidrocarburos aromáticos, según un estudio del Instituto de Salud Carlos III de Madrid.

"El humo ambiental del tabaco está considerado por la Organización Mundial de la Salud como el primero entre los agentes cancerígenos --añadió Córdoba--, seguido del cloruro de vinilo y el amianto". "¿Permitiríamos que una empresa tuviera a sus empleados en una habitación, herméticamente cerrada, cargada de polvo de amianto en suspensión?", pregunta Córdoba.