El meningococo B de origen bacteriano puede alojarse, sin causar síntomas, en la nariz y en la garganta de personas jóvenes, que son susceptibles de transmitirlo a través de gotitas de saliva expulsadas con la respiración. El contagio exige permanecer en estrecho y prolongado contacto con una persona portadora. En su forma más grave, la infección llega a la sangre y se extiende por todo el cuerpo. Puede ser tratada con antibióticos si se identifica a tiempo.

El calendario oficial de vacunaciones acordado por todas las comunidades incluye la prevención del meningococo C, que recibe un 97% de los niños. Como el resto de vacunas, no es obligatoria y las familias deciden. Se administra a los 2 y 12 meses y a los 12 años.

Las meningitis pueden surgir de un contagio vírico, para las que no existe vacuna pero que rara vez ponen en peligro la vida, o bacteriano. Las de origen vírico afectan a las meninges craneales. Las bacterianas pueden ser de máxima gravedad si el microorganismo pasa al torrente sanguíneo. Esto puede suceder con el meningococo C o B.

El pasado abril falleció en Manresa una niña de 9 años que sufrió un contagio del meningococo C contra el que, por razones familiares involuntarias, no se había vacunado. En apenas tres horas, su proceso empeoró hasta ser mortal.