GANADERIA: Tres toros de Gutiérrez Lorenzo y tres de Carmen Lorenzo, lidiados estos en 2º, 3º y 4º lugar, hierros ambos de El Niño de la Capea. Sobrero el 1º, con cuajo y kilos, dieron juego desigual. El segundo fue un toro de vacas y el quinto resultó magnífico en el último tercio.

DIESTROS : Enrique Ponce: saludos y división; El Fandi: oreja y dos orejas; Alejandro Talavante: dos orejas y ovación tras aviso.

PLAZA: Valladolid. Casi lleno.

Ayer escribió Alejandro Talavante, en su corta pero fecundísima historia taurina, una bella página. El diestro de Badajoz hizo al tercer toro una faena para el recuerdo.

Era lo que se conoce como un tío. Alto de agujas y largo de espinazo, tuvo una lidia infame y se pensaba en un milagro que embistiera. Pero embistió porque allí hubo un torero que se puso en el sitió donde los toros, al consentirlos, se entregan.

Estoico en el inicio de faena, citando por estatuarios desde los medios, el toro se le vino como un tren. Después, el torero fue desgranado la faena por ambos pitones, la muleta primero adelantada y después puesta. Así giraba el toro en torno al diestro. Las tandas en redondo se sucedieron por el pitón derecho y alternaron con las series al natural. En los remates, una trincherilla ponía el broche de oro y el colofón fueron unas bernardinas de gran ajuste. Tras la estocada, llegó el delirio.

Con el sexto arriesgó el torero. Era un astado muy deslucido, que tenía medio viaje e iba siempre con la cara alta. Talavante le llevó en corto y se pegó un arrimón, pero manejó mal los aceros.

Pocas veces se ve un lote tan completo como el que le cayó en suerte a El Fandi. Pero si se obvia la espectacularidad de este torero en banderillas, su quehacer con la muleta fue en extremo vulgar.

Ponce tuvo un primer toro noble pero al que costaba seguir la muleta. El cuarto no tuvo un pase y el valenciano, tras probarle, le macheteó.