La semana pasada escribí mi columna antes de que surgiera el revuelo sobre el (ya) famoso catálogo de Montoya . Mi columna, titulada Inquisición , hablaba sobre la intransigencia de la Iglesia católica con los defensores de la Teología de la Liberación . Curiosamente, después ha circulado un manifiesto, titulado No a la Inquisición , en el que numerosas personas firmamos contra la manipulación que se está haciendo sobre la publicación del (ya) famoso catálogo. Frente al despropósito y al envenenamiento de cuestiones que deberían haberse resuelto cuando salió la publicación hace unos años, los firmantes denunciamos el ataque dirigido contra la Consejería de Cultura, y el intento de algunos por volver a las hogueras de la intransigencia. "Quienes así atacan, olvidan conscientemente la trayectoria y la gestión de una institución que siempre ha sido escrupulosa a la hora de defender la libertad de expresión, el respeto a todas las creencias y la tolerancia ante la diversidad de opiniones".

Son muchas las voces que se han alzado en defensa de la tolerancia, y contra el fariseísmo de los que hacen política lanzando piedras como la difamación y el ataque personal. Yo, por mi parte, también levanto mi voz, y espero que las piedra se vuelvan como un boomerang contra sus lanzadores, porque si después de hurgar en la gestión de Francisco Muñoz , al frente de la Consejería desde hace un montón de años, únicamente han encontrado esa mancha , a mí sólo se me ocurre decir ¡Enhorabuena, señor Muñoz! ¡Ojalá todos los políticos tuvieran únicamente ese pecado!