No sé cuál es el objetivo de los hoteles domóticos, si dar alojamiento de gran calidad al cliente o gastarle una broma. Dicen que están proliferando estos establecimientos porque son cómodos y preservan el medio ambiente. Entiendo que el concepto de "comodidad" es relativo teniendo en cuenta que en estos lugares se necesita la llave de la habitación incluso para montar en el ascensor y las puertas de las habitaciones a veces no se distinguen por un número sino por un grabado. Los hoteles de antes sí que eran cómodos. Uno sabía encender la lámpara o el televisor y familiarizarse en segundos con los mandos de la ducha. Eso se va a acabar en la medida en que empiezan a imponerse los hoteles domóticos, también llamados inteligentes, que lo son en comparación con usuarios torpes como yo que no logramos entender para qué sirven tantos botones. Ahí está la clave: en los botones. A priori es fácil: solo hay que elegir la temperatura y el tipo de iluminación, que puede ser de lectura, romántica, etcétera. Pero al final la habitación se queda a oscuras y hay que acudir al baño ayudado de la precaria iluminación del teléfono móvil. Las duchas son de lo más inteligentes . Inteligentes e incomprensibles, como aquellas de las que hablaba Gila en las que siempre sale el agua por el conducto más inesperado. La cosa se complica cuando en plena madrugada empieza súbitamente a sonar la última canción de David Bisbal en el hilo musical del baño.

Dicho esto, recomiendo la estancia en estos hoteles: el trato es muy bueno, son muy divertidos y en su estilo llevan impresa la hoja de ruta de la inteligencia de estos tiempos.