La interrupción temporal y bajo control médico de la terapia que frena la replicación del virus del sida en la sangre de un infectado ha quedado drásticamente descartada en el mayor estudio clínico realizado hasta ahora sobre esta enfermedad, con 5.500 participantes de 318 hospitales de todo el mundo. El grupo de casi 3.000 seropositivos que dejó temporalmente de tomar los fármacos triplicó en pocos meses el riesgo de morir a causa del VIH o de sufrir reiteradas infecciones, a diferencia de quienes siguieron el tratamiento de forma continua, que mantuvieron una sasud estable.

La investigación ha demostrado además que los efectos secundarios de mayor gravedad que hasta ahora se atribuían a las terapias antisida --el infarto de miocardio y la intoxicación hepática crónica-- son en realidad consecuencias de la propia presencia del VIH en la sangre. La ausencia de repercusiones graves en los 3.000 enfermos que siguieron sin interrupción el tratamiento se atribuye a la baja toxicidad de los nuevos antirretrovirales.

SUSPENSION FULMINANTE Ante estos datos, la suspensión del estudio, que se inició hace 16 meses y debía durar seis años, ha sido fulminante. El resultado se publica hoy en la revista The New England Journal of Medicine , firmado por el comité de seguridad de la investigación, que se centralizó en Denver (EEUU).

El fracaso de esta opción ha sorprendido a los especialistas, que confiaban en atenuar por medio de estos paréntesis controlados la toxicidad de los fármacos antisida y facilitar su difusión en los países pobres, ya que suponía abaratar las terapias.

Este resultado obligará a cambiar de forma absoluta la estrategia que hasta ahora ha marcado el tratamiento del sida en todo el mundo, afirmó ayer el doctor Josep Maria Gatell, responsable de la unidad del VIH en el Hospital Clínic y coordinador del estudio en España. "A partir de ahora, debemos variar el mensaje y recuperar la recomendación de que la terapia se inicie cuanto antes, una vez conocida la infección, y de forma muy rigurosa", afirmó Gatell.

LA CONTROVERSIA El estudio, llamado Smart (inteligente, en inglés), planteó comprobar si las terapias antisida deben mantenerse de forma constante y toda la vida, o si, como intentaban algunos médicos sujetos a grandes controversias, era posible dejar los fármacos durante cuatro o seis meses, tras reducir a límites ínfimos la cifra de virus presente en la sangre, para reiniciar el tratamiento cuando esa carga viral empeorara. Partían de la hipótesis de que ese ejercicio de interrupción resultaba menos tóxico que la toma diaria de fármacos antirretrovirales.

"Pero ha resultado ser todo al revés --prosiguió Gatell--. Sabíamos que el VIH rebrota cuando se dejan de tomar los fármacos, pero ahora se ha comprobado que, desde el momento en que sucede la infección, el virus provoca una inflamación crónica y constante en el cuerpo que da lugar a los infartos y a todas las graves complicaciones del sida".

Este estudio tendrá una indudable repercusión económica en Occidente, pero cierra una puerta a Africa, apuntó Joaquim Gascó, responsable de la unidad de enfermedades tropicales del Clínic. "Era una investigación estratégica, una esperanza para las políticas sanitarias de los países pobres", aseguró Gascón.