Uno de los juegos de mesa más tradicionales y vendidos durante las últimas décadas cumple años con importantes cambios para intentar rejuvenecer su imagen. El Monopoly, que fue utilizado durante fines de semana lluviosos por miles de familias españolas, intenta adaptarse a los nuevos tiempos y lanzará próximamente una nueva versión electrónica.

Hasbro, la empresa que edita el Monopoly, celebra estos días el 70 aniversario del juego con una edición especial en la que se incluye las principales ciudades de España, en lugar de las ediciones habituales con sólo calles de Madrid, o de Barcelona, entre otras.

El 70 cumpleaños no está del todo claro. Otras versiones apuntan que el origen real del juego data de hace más de 100 años, cuando Elizabeth J. Magie lo inventó bajo el nombre de Landlord´s Game. Su patente expiró en 1922 y en 1934 Charles Darrow lo reinventó, lo adaptó ligeramente y lo vendió a Parker Brothers, para convertirlo en un éxito mundial.

La calle más cara

Las calles de las populares versiones de Barcelona de los años 60 y 70 tenían su precio en pesetas y la calle más cara del juego, paseo de Gr cia, podía ser comprada por 40.000 pesetas.

El tablero de la edición del aniversario refleja de manera curiosa cómo funciona el país que lo imprime. Madrid es una ciudad más cara que Barcelona, y la casilla más cara es la Bolsa de Madrid, que cuesta más dinero que la ciudad que la acoge. Los apartamentos han desplazado a las casas y el AVE llegó antes al Monopoly que a Barcelona: las cuatro estaciones de ferrocarril son de alta velocidad.

El nuevo Monopoly también hace realidad los sueños de quienes lo juegan. Cada vez que se completa una vuelta al tablero, se les paga a los jugadores dos millones de euros. Con sólo 3,2 se puede comprar Barcelona.

Claro que el popular juego, en su actualización, olvidó pedir hipotecas astronómicas para acceder a los pisos de las principales calles de España. Tampoco es posible hacer OPA a las compañías de electricidad, en parte porque la empresa de gas no quedó reflejada en el tablero.

Como muchos jugadores, María López, una barcelonesa de 41 años, recuerda el Monopoly como única salida para entretenerse los días de lluvia. "Nos divertíamos mucho con él. Pero lo recuerdo como un juego que era sinónimo de días aburridos, porque era lo que utilizábamos cuándo no teníamos otra cosa que hacer", explica.

La esencia sigue

Pero la esencia del juego tal como fue copiado por el estadounidense Charles Darrow, un parado de Pensilvania, se mantiene. "De vez en cuando jugamos, pero no tanto como antes. Mi abuela, a quien le encantaba el dinero, terminó siendo la que más ganaba, aunque decía al principio que era un juego complicado", cuenta Joan Garrido, un joven que ahora materializa su afición por los juegos de mesa en algunos locales en Barcelona, como el bar Queimada.

El encargado del bar, donde principalmente se hacen competiciones de Scrabble, confirma que la buena época del Monopoly ha pasado y que se trata de un juego venido a menos en su bar, donde las solicitudes han bajado en los últimos años. Pero los dueños auguran Monopoly para rato, con más de 160 millones de unidades vendidas y unos 500 millones de personas que lo han jugado hasta la fecha.