Vuelta y vuelta. Alimentando las entendederas. Andando gentes y caminos. Una ruta alrededor de nosotros mismos. Calor y color de Extremadura. Extremeños, y aun más allá, que hay una Extremadura que busca siempre mares nuevos. Extremeños hasta la hipérbole. Viajando por esta galaxia nuestra de cada día, de Cáceres a Badajoz, y vuelta a empezar. Entrañables historietas escritas con tinta de calamar. El pálpito poético de todos los tragaldabas que en el mundo han sido. -¿Cómo quiere el chuletón? -Vuelta y vuelta, por favor. -Señor, bendice los alimentos que vamos a tomar (y devuélvenos el peñón de Gibraltar).

Paso a paso. Comienza aquí el periplo de las mil y una posadas. Del hambre al hartazgo. La leyenda del agua que quiso ser vino. Extremadura abrasada de sol, de viento castigada. Extremadura al amparo de palacios, monasterios, balnearios, hogares y hogueras. Extremadura en buena lid. La de los mil y un restaurantes (y lo que se tercie). Donde aletea el íntimo misterio de la tradición. Contemplada, Extemadura, con curiosidad, los ojos abiertos hasta el sobresalto. -Por favor, un café. -Por favor, la prensa. -Papel, por supuesto.

Trago a trago. Extremadura y tiro porque me toca. A mesa y mantel. Por derecho. Aromas que emocionan. Emociones con aroma propio. ¡Viva el lujo y quien lo trujo! Porque aquí se come tan bien como donde mejor. Y no acabamos de creérnoslo. O lo que es peor, casi nos avergonzamos de que así sea.

Tenemos la caza, el cordero, las chacinas, las tortas, los aceites… y las manos limpias para cocinar. Tenemos el sitio, la compaña y la sobremesa. Santísima trinidad de la buen yantar. Café, copa y puro, aunque ni se fume ni se beba. Comer es la tertulia, comer es la compañía galante,… y Zurbarán colgando de las paredes. Menos miserias y más sábanas de hilo. Sibaritas del mundo entero, el inventario de la felicidad principia aquí.

-Camarero, una copa de brandy, por favor.

Bocado a bocado. Es cierto que Extremadura es ancha y que el número de sus habitantes es más bien estrecho. De ahí que para comer y volver a comer haya que viajar y volver a viajar. Puede que en otras tierras los buenos restaurantes se agolpen en tupido minifundio, pero aquí, en la sacrosanta Extremadura, Dios nos ha dado los caminos para gozar más, del paisaje y del paisanaje, para abarrotar el alma de la dicha de andarlos y, sobre todo, para comer de cabo a rabo. Leguas de pasión, dentelladas de placer. Sin reparar en gastos, Extremadura, a cuerpo de rey. -¿Tiene el cortapuros a mano? -Sí, señor.

Volveré al camino cada semana, débil ante la tentación de la buena mesa, lleno de entusiasmo. Volveré a ustedes. A ustedes y a los que se ganan el pan dando pan. Porque nada hay tan hermoso como hacer felices a nuestros semejantes dándoles de comer. Y contarlo. Volveré después por los rincones a buscar cierta estética del gusto. En pos de las buenas maneras. Por el espíritu poético que habita en la prosaica necesidad fisiológica de comer. Por el alboroque dichoso de celebrar que estamos vivos, volveré comiendo Extremadura.

Sea pues, café, copa y puro, aquel epicúreo trilema del orondo y jocundo Agustín de Foxá. Sea pues el deleite de releer ‘Café, copa y puro’, aquella obra magnífica del maestro Néstor Luján, más orondo y más jocundo, si cabe, que el propio Foxá. Maestros los dos. Gracias a ellos, a Camba y a Cunqueiro,… y al Periódico Extremadura por permitir y amparar esta andadura. Gracias también al Creador por darme las ganas de comer y, al tiempo, qué comer.

Carne de pluma, Extremadura jovial y risueña, Extremadura a mesa puesta. Porque, en palabras de Quevedo, «solo lo fugitivo permanece y dura». Siempre a cuerpo de rey, siempre café, copa y puro.