En abril de 1464, la infanta Isabel llegaba a Guadalupe en compañía de sus hermanos Alfonso y Enrique IV, rey de Castilla. Era la primera visita a Extremadura de una futura reina de España. Isabel la Católica debió de quedar tan prendada de Guadalupe que convirtió el lugar en su particular edén. Hasta su muerte, visitó 17 veces el monasterio. Pero Isabel no se queda en Guadalupe, sino que visita en repetidas ocasiones Trujillo y pasa en Cáceres largas temporadas. Tras la muerte de Isabel la Católica, su esposo Fernando contrae segundas nupcias con Germana de Foix, que también visitará Guadalupe en dos ocasiones.

Con los Reyes Católicos se inaugura una curiosa relación nupcial de la Casa Real española con Extremadura. En 1497, Isabel y Fernando casan a su hija Isabel con el rey de Portugal, Manuel el Afortunado, en la iglesia parroquial de Valencia de Alcántara. En 1523, 1526, 1543 y 1551 infantas de España y Portugal son entregadas solemnemente en Badajoz para contraer nupcias con el rey de Portugal Juan III (1523), con los reyes españoles Carlos I (1526) y Felipe II (1543) o con el príncipe Juan de Braganza (1551). En 1729 se casa en la catedral pacense Fernando VI, hijo de Felipe V, con la portuguesa María Bárbara de Braganza.

LA MUERTE Pero las reinas e infantas de España no sólo tienen una relación blanca y radiante con Extremadura, sino también negra y mortuoria. En 1580, el rey Felipe II llega a Extremadura en compañía de su cuarta esposa, Ana de Austria. Viajan muy lentamente camino de Lisboa, donde Felipe va a convertirse en rey de Portugal. Esa parsimonia estratégica lleva a la pareja real a detenerse unos días en Guadalupe, dos semanas en Mérida y siete meses en Badajoz, donde una epidemia de catarro acaba con la vida de la reina, embarazada de cinco meses.

Estas visitas de reinas e infantas a Cáceres y Badajoz coinciden significativamente con las etapas históricas de más prosperidad de ambas ciudades. Durante los siglos oscuros de guerras fronterizas y olvido, las reinas no aparecen por aquí. Salvo el chusco episodio de la llamada Guerra de las Naranjas, cuando en 1801 la reina María Luisa de Parma acude a Badajoz con su esposo, Carlos IV, siguiendo a Godoy, su amor prohibido extremeño.

La reina recibe en Badajoz las naranjas cogidas por Godoy en los fosos de Elvas. Galdós describe la escena en su libro La Corte de Carlos IV : "El favorito mandó construir unos angorillos, que adornó con flores y ramajes, y sobre esa máquina hizo poner a la reina, que fue tan chabacanamente llevada en procesión ante las tropas para recibir de manos del Generalísimo un ramo de naranjos, cogido en Elvas por nuestros soldados".

Tras este despropósito, las reinas parecen olvidarse de Extremadura y las visitas son esporádicas. Destaca la de 1866, cuando Isabel II acude a Badajoz para inaugurar el ferrocarril Madrid-Lisboa. Hasta 1964, cuando la entonces princesa Sofía visita Coria y Cáceres en compañía del príncipe Juan Carlos, no se reanuda la relación estrecha de Extremadura con la realeza femenina.

Sin embargo, estas visitas eran de pocos días o se producían cuando las mujeres de la Casa Real ya estaban formadas y era difícil que el sustrato cultural extremeño prendiera en ellas. El caso de Letizia Ortiz es distinto. La futura reina de España mantuvo una intensa relación con Extremadura a partir de los 18 años, cuando era pareja del escritor y profesor extremeño Alonso Guerrero. En sus frecuentes visitas a la región, un círculo de intelectuales extremeños (Benito Estrella, Miguel Angel Lama, Florián Recio, José Antonio Zambrano o Angel Campos) marcó su etapa de formación.

Letizia lo quería saber todo sobre Extremadura: indagaba sobre los meloneros de Aceuchal, visitaba Cáceres, Trujillo, Fuente del Maestre, Mérida y Badajoz. Asistía a las ferias del libro de la región. Participaba en las tertulias de El cafetino y del pub Rosa en Almendralejo. "Aquel fue un tiempo de formación intelectual para Letizia. Su relación con Alonso Guerrero la condujo a la exquisitez, rodeada siempre de gente que hablaba de libros, de literatura, de filosofía. Extremadura la ha engrandecido intelectual y vitalmente", opina un escritor que la conoció de cerca.

Letizia Ortiz será la primera reina de España con una importante raíz cultural extremeña que no parece dispuesta a olvidar. Ella misma así se lo reconocía a uno de los escritores cuyas reflexiones escuchaba atenta en Almendralejo: "Cómo vamos a dejar de vernos con lo que habéis supuesto para mí".