Isabel Mijares (Mérida, 1942) acumula una lista de reconocimientos tan extensa como su experiencia. Fue la primera enóloga de bodega en España. Pasó su infancia en la capital extremeña hasta que salió a estudiar Químicas en Madrid y más tarde emprendió su viaje a las bodegas francesas entre los viñedos de Burdeos. A sus 75 años, es miembro de la Real Academia de la Gastronomía, acumula «una enciclopedia de anécdotas» a sus espaldas y ha capitaneado como embajadora la capitalidad iberoamericana de la cultura gastronómica que ostentó Mérida el año pasado. Ahora suma otro galardón a su trayectoria. La guía especializada en vinos Wine up! ha querido reconocer su labor y la nombra personaje del año. La entrega del premio será el 6 de marzo en el Pósito Real de Campo de Criptana (Ciudad Real).

-Wine up! la define como la mujer más importante que ha dado el vino en España.

-Me decían, tienes muchos premios y no te va a hacer ilusión, pero no es así. Wine up! es una guía del sector que lee mucha gente. Que te reconozca el sector es muy poco frecuente. Que gente joven piense que puedo seguir aportando algo es ilusionante.

-Pertenece a una generación de mujeres pioneras del país, ¿los pasos siempre fueron seguros?

-Quería trabajar con algo vivo y no hay nada más vivo que el vino. Con una formación superior a la que tenían los expertos de esa época nunca llegué a plantearme ninguna dificultad. Había el mismo machismo en la enología que en cualquier campo. Hay que pensar que no había gran cantidad de mujeres que trabajaban en otros ámbitos, quizá quitando farmacéuticas y maestras que eran sectores femeninos por excelencia. No había muchas mujeres en ninguna parte. La sociedad era machista y seguimos viviendo en un país machista. La prueba es que cuesta mucho trabajo que las mujeres lleguen a puestos elevados. A la mujer se le exige más, tiene que demostrar todos los días que vale.

-Con el tiempo nace Equipo Team, su hijo empresarial, ¿cómo advirtió que el sector necesitaba otra camino?

-Tengo un trabajo muy variopinto. La idea de Team es ayudar al sector. Durante una feria de vinos en Barcelona vi que las bodegas requerían otra cosa, el sector necesitaba evolucionar por otro lado. La obra maestra es la guía Repsol de vinos, ya llevamos doce ediciones.

-¿Y en Extremadura usted ve nicho enológico?

-En Extremadura hicimos un encuentro de espumosos y preparamos otro para 2017. Es cierto que las bodegas han sido las que menos han sufrido la crisis porque tienen más capacidad de abrocharse el cinturón. En Extremadura el sector es floreciente. Tenemos mucha calidad, pero no solo en vinos, sino en jamones, aceites, quesos. Tenemos una industria agroalimentaria y un nivel que reconocen más fuera que en la propia Extremadura. No queremos que nos regalen nada. No solo tenemos patrimonio, que es maravilloso. Cuando se acaba la hora de las piedras, tenemos algo más. Lo que pasa es que los extremeños no nos lo creemos.

-¿Y a qué achaca esa falta de confianza?

-Extremadura es una región que ha vivido siempre muy hacia adentro. Tenemos que saliar hacia fuera. El proceso es lento, pero tenemos unos profesionales magníficos y el proyecto es ilusionante.

-Después de ser embajadora de Mérida como capital iberoamericana de la gastronomía, el pleno ha puesto en marcha ya el expediente para nombrarla hija predilecta.

-Nunca había sido muy profeta en mi tierra. Quizá este es el premio que más ilusión me hace. Regreso siempre que puedo. No me pierdo mi Semana Santa. Mi refugio es mi tierra.

-¿Qué recomendaciones hay que seguir para beber un vino?

-A catar se aprende como a andar en bicicleta, catando. Si tienes un plato que te encanta, prueba cuatro o cinco vinos y el que más placer te genere, ese es el mejor. Lo demás son cuentos.