Francis Bacon (Dublín, 1909 - Madrid, 1992) nunca llegó a ver en persona el retrato del papa Inocencio X pintado por Velázquez en 1650 y expuesto en la Galería Doria Pamphilij de Roma. "Cuando estuve en Italia tuve miedo de ver la realidad de Velázquez después de haberlo manipulado de manera tan atroz", confesaba el pintor británico, que convirtió sus 44 variaciones de la obra en uno de los iconos del arte del siglo XX.

Nueve de las 20 versiones que se conservan (Bacon destruyó mas de la mitad) se exponen ahora en el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) y forman el núcleo de la exposición Lo profano y lo sagrado , que busca respuestas a un enigma: ¿por qué un artista ateo recurrió obsesivamente a las imágenes religiosas de la crucifixión y el papa Inocencio X?

TRADUCTOR Para Kosme de Barañano, director del IVAM, Francis Bacon se convierte en estas obras en un "traductor deslumbrado" de Velázquez, aunque no de su significado sino sólo de "la esencia poética", y con ella crea "un nuevo deslumbramiento".

Según su amigo durante más de 30 años y comisario de la exposición Michael Peppiatt Bacon vivía en "una profunda dualidad", entre extremos irreconciliables. Así, subrayó Peppiatt, afirmó que "la vida no tiene sentido" y al mismo tiempo "inspiró la vida de todos los que le conocieron y llevó la verdad de la existencia humana hasta el esplendor metafísico".

En el siglo de la abstracción y la deshumanización del arte, un Bacon presuntamente descreído aludía a la "falta de verdad" para rechazar la obra de Kandinsky y Paul Klee, a los que sólo daba un valor de arte decorativo. El optó por un expresionismo descarnado y tachado de violento, rechazó la idea de inspiración y asumió el papel de médium que plasma en el lienzo "lo que le ofrecen".

Bacon justificaba la crudeza de su obra en la propia violencia de la vida. La muestra, la primera del artista británico en España desde 1978, se compone de 45 pinturas cedidas por museos y coleccionistas privados.