"Voy a subir el colchón, el televisor y mis dos ventiladores a casa del vecino del segundo piso. Luego me iré a casa de mi hijo", dice, con preocupación en el rostro, Teresa García, una anciana que vive en un semisótano de La Habana, a manzana y media del mar. Ella es una de los 350.000 cubanos que, hasta ayer, fueron evacuados de su hogar ante la inminente llegada del poderoso huracán Iván. De ellos, tan sólo 60.000 quedaron albergados en instalaciones del Estado. El resto ha buscado refugio con familiares, amigos y vecinos.

El temor a los estragos del ciclón tiene a casi toda la isla en tensión. Según los pronósticos, entrará en la madrugada del lunes por algún punto de la parte occidental del país, afectando posiblemente a la capital, La Habana.

Las calles de la ciudad de dos millones de habitantes están casi desiertas, con excepción de las tiendas, abarrotadas de gente aprovisionándose de alimentos, lámparas de emergencia, linternas y velas. Los teatros y espectáculos se cerraron el viernes y Cubana de Aviación canceló los vuelos nacionales e internacionales hasta el martes.

Iván, llamado por los meteorólogos El Terrible, es uno de los huracanes más agresivos que ha atravesado el Caribe en los últimos 50 años y el peor en pasar por Cuba en más de 15 años. Lleva vientos de 240 kilómetros por hora con un radio de 100 kilómetros, y su velocidad de traslación es de 13 kilómetros por hora, por lo que que se teme que sea más dañino al estar acompañado de lluvias torrenciales y fuertes marejadas.

Iván ha dejado a su paso por el Caribe una treintena de muertos.