El fracaso de la terna de novilleros, ayer en Las Ventas, sin ambición ni la mínima capacidad técnica y artística, se notó aun más por la calidad del ganado de La Quinta.

Francisco José Palazón: pinchazo, estocada y cuatro descabellos (silencio tras un aviso); y pinchazo y estocada (silencio).

Javier Solís: estocada baja (pitos); y estocada corta y trece descabellos (bronca).

Roberto Galán: estocada y descabello (bronca tras un aviso); y tres pinchazos, estocada casi entera y descabello (pitos en la despedida).

Malos augurios de futuro a la vista del panorama actual en el escalafón de novilleros. Se supone que por San Isidro vienen los más cuajados. De hecho dos de los que hicieron el paseíllo, Palazón y Solís, están a las puertas de la alternativa. En junio los dos.

El tercero todavía no tiene planes, pero es igual, no parece que esté llamado a ser nada en la profesión. Desde luego que si ésta ha de ser la sabia nueva la fiesta está de capa caída. Lo peor ya no fue solo la incapacidad de los tres sino lo que desperdiciaron.

Solís, de Badajoz, en su primero, no se reunió lo suficiente, escupiendo las embestidas hacia afuera. Ni que decir tiene que el animal metía bien la cara, que sobresalía su nobleza y que, definitivamente, "se fue sin torear", según la sentencia de los críticos del tendido siete, que esta vez tuvieron toda la razón.

Solís volvió a perderse en el quinto en un trasteo deslavazado y sin quietud. Siempre con la muleta atrás, el novillo le sorprendía siempre. La bronca final lo dice todo.

Galán, natural de Zaragoza pero residente en Cáceres, puso ganas pero los nervios le hicieron andar acelerado. Quiso, pero no pudo.