Tan fría como la tarde resultó la primera mitad de la corrida. Animales con buenas intenciones fueron saltando al ruedo almendralejense, uno tras otro, hasta el cuarto, casi cortados por el mismo patrón. Mucha clase, bondad, nobleza a raudales, pero con las fuerzas tan justas que desprendían sosería en sus embestidas. Hubo que esperar hasta el quinto para entender lo que es la bravura. El toro más bonito del encierro, el de mejores hechuras, el mejor hecho morfológicamente hablando, se fue al caballo como un tren. Allí le maltrataron en un descomunal puyazo, que no le quitó las ganas de repetir. En la muleta, humilló, embistió con prontitud y poder ante un Javier Conde que no se confió. No le cogió el sitio y anduvo ante él con ganas pero sin acierto. Sólo a ráfagas surgieron muletazos de arrebatada plasticidad.

El segundo de la tarde fue un toro, como los cuatro primeros, con pocas opciones debido a su falta de fuerza, aunque todas las demás virtudes sirvieron al menos para que Conde gustara en un final de faena con su peculiar puesta en escena.

EL GRAN TORO El otro gran toro de la tarde fue el que cerró corrida. Tuvo todas las virtudes de un toro bravo y un sólo defecto, que fue el no humillar. Quizás, su propia anatomía, corto de cuello, se lo impidió. Pero fue tan bueno todo lo demás, que apenas se notó el defecto. Tanto fue así que Cesar Jiménez logró llegar al público con fuerza. Todo lo que le hizo al de Algarra tuvo emoción, en una faena de muleta vistosa, alegre y de mucha frescura, que culminó con florituras de cara a la galería y el triunfo máximo. A su primero le había cortado una oreja a base de los alardes de valor, ya cerrado en tablas, en el epílogo de un trasteo que había tenido poco digno de mención, ante un toro que iba y venía sin entregarse.

Lo más meritorio del conjunto de la actuación de Jesulín fue su habilidad para cortar dos orejas al cuarto, un animal bondadoso, noblón, dulce y pastueño, pero cogido con alfileres. El de Ubrique lo llevó con su prodigioso temple, jugueteó con él y encandilo a una concurrencia encantada y feliz con su ídolo. Con el que abrió plaza, Jesulín no pudo hacer nada. Aquel fue posiblemente el de menos chispa de la corrida. Soso, muy parado y sin desplazarse, no puso nada de su parte para que el torero luciera.

Al margen de lo taurino, un toque de atención a los responsables del tiro de caballos con burro: se deben cuidar los detalles que además, a veces, pueden costar un grave accidente, como pasó con el bochornoso espectáculo del arrastre de toros.

Y para hoy, doble sesión, con corrida de rejones matinal y por la tarde, la alternativa de Nuno Velásquez, de manos de Pedrito de Portugal, con Procuna como testigo, en un cartel íntegramente luso, en el Día de Portugal en la feria.