Ninguno había visto un cadáver antes y hoy integran la brigada que los extraen y desinfectan por docenas en Yingxiw, un pueblo cercano al epicentro. Son una docena, de entre 18 y 20 años, y llevan seis meses en el Ejército. "Al principio vomitábamos, porque muchas veces no hay más que trozos, pero después de una semana ya estamos acostumbrados", dice uno. Un par juega con sus mangueras, simulando que son espadas. Otros dormitan apoyados sobre los restos de un colegio. Trabajan día y noche, y arrancan siestas donde y cuando pueden.

Los soldados del Ejército Popular de Liberación son estos días la reserva espiritual que alivia el dolor. China siempre ha estado muy próxima a sus soldados, pero las alabanzas se han disparado ahora. Se adentran en edificios pendientes de un soplo para caerse, comparten su rancho con los supervivientes y ofrecen con una sonrisa fideos instantáneos, preciados botellines de agua o un cigarrillo cómplice. En la estampida tras la amenaza de una inminente inundación en Beichuan, solo los soldados cargaban trabajosamente a los heridos hacia las laderas.

SOLDADOS CON ACNE Son la antítesis de los profesionalizados ejércitos modernos occidentales. Los soldados son hijos de campesinos, con pocos estudios y escaso futuro, que ven en el uniforme la única posibilidad de huir de la pobreza rural. La mayor parte de la población pertenece a esa misma China, así que los soldados integran el nosotros. "Nuestros chicos", como se les llama estos días.

Su imagen es opuesta a la altiva y ruda que presenta la policía. Muchos se acercan con curiosidad al periodista extranjero para pedirle tímidamente que se haga una fotografía con él.

"Hay formas de ganarse mejor la vida hoy en China, pero ninguna llena más", dice un barbilampiño soldado de 19 años en la presa cercana a Yingxiw. "Son formas diferentes de ayudar: los ricos donan dinero y nosotros solo tenemos nuestro esfuerzo", continúa el capitán, de 19 años, con acné y la habitual dentadura arruinada del campesinado de aquí. El desarrollo físico de los chinos es tardío, así que no parecen más que adolescentes.

"Nunca estamos en los cuarteles, sino que limpiamos la ciudad o reparamos carreteras", apunta otro. Los últimos siglos muestran que la soldadesca china no es muy buena ganando guerras, pero que no hay otra mejor en los desastres.

En Yingxiw murieron 7.000 de sus 10.000 habitantes. Quedó aislada, con puentes caídos y piedras de 10 metros sobre la carretera. El primer tramo aún debe cubrirse en lancha. Los soldados se afanaban en la mañana de ayer en tapar las brechas tras una réplica, trasladando pesadas piedras con sus manos. Por la tarde ya estaba lista otra vez, hasta la próxima réplica. En China se subraya su rápida ayuda, a pesar de que fueron necesarias largas caminatas con las herramientas a cuestas en muchos casos.

A Huang Jun, de 31 años, le sorprendió el seísmo en la ladera del río, único lugar seguro. Vio sentado e impotente como caían casas y montañas. Perdió a mujer e hija. "A las pocas horas nos tiraron comida, agua y bolsas para cadáveres desde helicópteros; a la mañana siguiente ya estaban aquí, y ahora se meten en sitios donde no nos atrevemos. ¿Cómo me voy a quejar?", inquiere, ofendido. La China moderna, la del culto al dinero, descansa en tiempos de crisis sobre la confuciana generosidad de estos millones de críos paletos y admirables.