En estos tiempos en los que la ficción prácticamente exige que toda historia tenga los pies bien afianzados en la realidad, el caso del estadounidense JT Leroy fue de los buenos y tiene su moraleja. Sucedió a finales de los 90. Un escritor adolescente, en la estela de Rimbaud o de un Bukowski púber, sufrió esas penurias que acreditan a la típica basura blanca: madre drogadicta que dirige a su hijo a la prostitución, insensibilidad de ella por inscribirle como Jeremiah Terminator, transexualidad (la madre solía vestir al pequeño de niña después de haberlo abandonado en un orfanato), seropositivo, intento de suicidio…

Esas experiencias fueron la receta perfecta para tres libros terribles y oscuros, ‘Sarah’, ‘El corazón es mentiroso’ (y qué lo digas) y ‘El final de Harold’ (todos ellos publicados en su momento en España por Random House). Un trío muy prometedor que le convirtió de la noche a la mañana en el ‘wonder boy’ de una cierta contracultura pop, entre músicos y escritores, pasando por la franja más indie y bohemia de Hollywood.

Gafas y peluca rubia

El pequeño detalle es que Jeremiah Terminator no existía. Todo fue un montaje orquestado por Laura Albert, una mujer que se ganaba la vida como operadora telefónica en una línea erótica, que sí había sufrido abusos en su difícil infancia y los traspasó a sus ficciones. Cuando la invención se hizo imparable y el público quiso conocer físicamente a JT, a Albert se le ocurrió que su cuñada, de 16 años y aire andrógino, Savannah Knoop, podría hacerse pasar por el inexistente autor, convenientemente disfrazada con enormes gafas de sol y peluca rubia y teledirigida por ella en sus manifestaciones.

l ‘The New York Times’ descubrió un engaño que se prolongó durante seis años, en los que celebridades como Bono, Lou Reed, Tom Waits (que lo había entrevistado para la revista ‘Vanity Fair’), Winona Ryder, Calvin Klein o Gus van Sant (que estuvo a punto de adaptar ‘Sarah’ poco antes de que se descubriera el pastel y pudiera interponer una demanda) se deshicieran en elogios. El escándalo fue mayúsculo. Especialmente, porque Leroy, más allá de lo literario, había desatado un fenómeno extraliterario en el que la adolescencia problemática se sintió identificada (y ahora burlada) desde Noruega hasta Japón. Solo Paul Auster salió en su momento en defensa de Albert asegurando que a la hora de escribir ficción todo está permitido.

Identidad shakespereana

La gran damnificada fue, naturalmente, Albert, la autora falsaria que intentó aprovechar el revuelo para contar su versión de televisión en televisión y publicar también un libro sobre el caso. Pero faltaba en este drama facetado la versión del muñeco de ventrílocuo. Savannah Knoop. La persona bajo la peluca imposible que se hizo pasar por trans. Su memoria, ‘Chica, chico, chica. Cómo me convertí en JT Leroy’ (Alpha Decay) completa el rompecabezas y explora los meandros identitarios que tanto gustaban a Shakespeare: la mujer que se hace pasar por un hombre que a su vez se siente mujer.

"Seis años en los que viví tan profundamente involucrada con ese personaje de ficción que al final no era capaz de pensar en mí sin pensar también en él"

Savannah Knoop

Más de una década después se diría que el tema todavía no ha sido exprimido al completo. El año pasado el documentalista Jeff Feuerzeig recogió todas las grabaciones telefónicas realizadas en secreto por Laura Albert entre otros muchos testimonios sobre el caso, para gran indignación de los grabados y estafados. En el 2018, el libro de Savannah Knoop ha servido de base para una película que se estrenará en otoño en la que Laura Dern y Kristen Stewart encarnan a Albert y Knoop y en la que Courtney Love, la menos ofendida por el asunto, hace su propio papel, como polilla revoloteando alrededor del fenómeno del momento.

La posesión

Lo que se cuenta es casi la historia de una posesión. “Seis años en los que viví tan profundamente involucrada con ese personaje de ficción y su escritura que al final no era capaz de pensar en mí sin pensar también en él y en su creadora”, explica Knoop. Pero también de retorcidas relaciones de poder, celos y sometimiento en la extraña pareja Albert-Knoop. La segunda llevándose las mieles de una escritura que no le importaba y la primera envidiándola y vejándola a ratos por el reconocimiento y celebridad que se le negaba mientras soportaba que el nuevo entorno de admiradores de JT creyera que manipulaba al tímido y rarito adolescente. Lo que no dejaba de ser cierto, pero no exactamente cómo ellos pensaban.

Dos encuentros significativos se explican en el libro. Con Carrie Fisher que empezó a sospechar de Laura, que en su apariciones se hacía llamar Speedy, y adoptó un papel maternal y protector respecto a JT / Savannah. Y la relación de esta con la actriz y directora Asia Argento, actual viuda del chef Anthony Bourdain y lo más parecido que tiene Hollywood a una estrella ‘punk’. Lo mejor, una escena de alcoba softcore en la que a Argento en pleno furor sexual no se le ocurre dudar que los órganos sexuales de su amante son el producto de una operación. Quizá porque como dijo Laura Albert: “La gente cree lo que quiere creerse”.