No hay consuelo para alguien que ha perdido a su ser más querido en un siniestro tan trágico como el de Germanwings, pero hay decisiones, gestos, detalles, que parecen innecesarios y que contribuyen a ahondar en el dolor. Varias familias han contemplado con disgusto que el juez de Marsella que instruye el caso se haya quedado con el contenido de entre 40 y 50 móviles que se encontraron a salvo, hurtando así la posibilidad de recuperar las imágenes de los últimos días de sus hijos, padres o hermanos, así como cualquier otra valiosa información personal.

Tampoco ayuda en nada que los progenitores del Andreas Lubitz escogieran el día de ayer, el del segundo aniversario de la tragedia, para reivindicar la inocencia de su hijo, un hecho que calificaron de «provocación». O que Lufthansa, la nave nodriza de Germanwings, fijara en un máximo de cinco el número de familiares de cada fallecido a los que permitió viajar a inaugurar la escultura erigida en Francia.

Los allegados de las 150 víctimas mortales han ido recibiendo móviles que se conservaron relativamente intactos tras el impacto, pero se entregan con las memorias extraídas, sin más explicación. También se ha entregado un ordenador con el disco duro extraído e inutilizado. Se desconoce si las memorias han sido borradas o se guardan en secreto.

En el caso de la familia del joven ingeniero gerundense Jordi Motjé, no se hallaron ni el ordenador ni los dos móviles que utilizaba, pero sí se le ha entregado a la familia la tarjeta SIM de uno. Eso sí, sin el chip que contiene la información del dispositivo.

Este secuestro de información está probablemente relacionado con que algunas de las memorias contienen imágenes grabadas de los últimos minutos en los que el piloto intentaba entrar a la fuerza en la cabina y la alarma cundió entre los pasajeros al ver que iban directos al desastre.

GRABACIÓN RETIRADA / Pocos días después del siniestro la revista francesa Paris Match colgó en su web un vídeo de «los últimos instantes antes del accidente». Las imágenes eran tan confusas y movidas que nadie puede garantizar su autenticidad. Salvo Paris Match, que aseguró con rotundidad que habían sido proporcionadas por una persona próxima a la investigación que había hallado el dispositivo que las contenía entre los escombros.

A los pocos días, retiró la grabación pero mantiene la descripción que hacía de su visionado, a saber: «La escena es tan caótica que no se distingue a nadie pero los gritos de los pasajeros desvela que eran perfectamente conscientes de lo que iba a ocurrir. Se oye gritar Dios mío en varios idiomas. También se oyen, al menos en tres ocasiones, golpes metálicos que permiten pensar que el piloto intentó abrir la puerta de la cabina con un objeto pesado. Hacia el final, tras una sacudida más fuerte, los gritos se intensificaron. Y luego, nada más».

Fuentes de los letrados de los familiares consideran que no es de recibo que los dispositivos se entreguen así, sin más explicación. Puede estar justificado que se evite la difusión de las imágenes de los últimos minutos, alegan, pero no que se confisque información privada de las víctimas, y tienen la intención de solicitar al magistrado su entrega. También consideran que las grabaciones del terror, si es verdad que existen, deberían incluirse en el sumario aunque se vete su difusión porque son un elemento más para valorar el sufrimiento de los pasajeros a la hora de fijar las indemnizaciones.

También circulan por Youtube supuestas grabaciones del sonido de la cabina de mando, contenidas en una de las cajas negras, pero fuentes de la investigación les otorgan nula credibilidad. «Son falsificaciones en las que se oye muy poco de lo que quedó registrado y está en los informes oficiales», sostienen.