A los pocos años de contraer matrimonio, Elia y Eduardo, que eran de Higuera de Vargas, hicieron las maletas y se fueron a vivir a Olivenza, donde Eduardo se puso a trabajar como carpintero. Resultó que en Olivenza su hermano Pepe, que era cura, había sido el artífice de una encomiable labor social con la creación de una escuela en el barrio de La Farrapa, que también incluía viviendas sociales y ese taller de carpintería en el que Eduardo se ganaba la vida.

El matrimonio vivía en el número 6 de la calle San Pedro, que estaba al lado del Paseo Chico. Era aquella una vivienda con un zaguán inmenso, una escalera y un techo acristalado en cuya planta alta se instaló la pareja junto a sus tres hijos: Marisol, Eduardo y el pequeño Julio, que nació en 1956, y que inició sus primeros estudios en las escuelas parroquiales del Sagrado Corazón.

Por avatares de la vida, la familia se trasladó a Pamplona, donde el patriarca trabajó en la carpintería de un colegio de monjas, hasta que logró independizarse. Vivían en el barrio de la Media Luna. Fue en Pamplona donde Julio estudió Artes Liberales en la Universidad de Navarra, seguramente movido por su pasión por la literatura, aunque finalmente fue la gestión comercial y empresarial la que marcó su trayectoria profesional. Ahora concluye Julio su etapa laboral después de 31 años y de haber vivido en ocho ciudades distintas (Pamplona, Madrid, Badajoz, Cáceres, Zaragoza, Barcelona, Salamanca y Córdoba), haber recorrido miles de kilómetros, haber trabajado con 17 directores de periódicos y, estoicamente, haber sobrevivido a todos ellos.

Aunque sus pinitos periodísticos los inició en la Hoja Informativa de Artes Liberales de la Universidad de Navarra, que apenas duró dos números y que fue cerrada por irreverente, lo cierto es que su extensa trayectoria profesional en el sector de la comunicación comenzó en 1988 en Grupo Zeta. Fue director de márketing y posteriormente gerente adjunto de El Periódico de Aragón. También pasó por el Periódico de Cataluña, el Adelanto de Salamanca, el Diario Córdoba y el Periódico Extremadura, de manera que Julio Hidalgo ha trabajado en cinco periódicos y en cuatro rotativas (las de Cáceres, Plasencia, Salamanca y Córdoba).

Julio se jubila. Dicen que la jubilación es ese momento en el que empieza la vida porque tienes la edad justa para ser feliz y la energía suficiente para disfrutar con todo aquello que amas. Hidalgo sabe muy bien lo que es amar y una de las cosas que más ama es, sin duda, este Periódico.

Al ‘Extremadura’ llegó para instaurar la palabra márketing, y lo hizo desde la delegación de Badajoz. Era tan inquieto el joven Julio que hasta impulsó la creación de los programas informáticos para los registros de los contratos de Publicidad, cuando aquí todavía seguíamos usando un libro de papel en el que se detallaban las cuentas. Pero Julio desembarcó en este periódico porque quería cambiar las cosas para mejor.

A la memoria vienen aquellos inolvidables años en los que intercambiaba anuncios por calculadoras para los trabajadores de la casa, tiempos en los que incansablemente defendió los intereses de los empleados. No tardó Julio en hacerse cargo del departamento de Distribución y Márketing, hasta que fue nombrado gerente. Gracias a Hidalgo llegó a este periódico ‘el rasca’: un pequeño boleto que se repartía con el diario y con el que los lectores podían obtener suculentos premios. El más codiciado era siempre el microondas. Porque en aquellos años nadie tenía microondas. Los más baratos costaban 30.000 pesetas ¡y cualquiera se aventuraba a embargar su nómina por semejante artículo de lujo! Así que el ‘rasca’ fue tan revolucionario que aquella promoción fue todo un éxito. Y no solo había ‘rascas’ para el microondas, los había para las cadenas de música, para el Pionner del coche, para las biclicletas... Luego llegarían más promociones, como las de las enciclopedias, que arrasaron y llenaron las estanterías de cientos de extremeños.

Y es que Julio tenia visión de futuro, ideas geniales, además de esa voz profunda, radiofónica, característica, una seguridad que envolvía... cualidades que fueron clave en su feeling con los clientes.

El Periódico ha sido la vida de Julio, un tipo generoso en lo personal, que no tiene problemas en prestar las llaves del coche o las de su casa, y que es capaz de mantener una larga conversación, por muy absurda que sea, cargada de inteligencia, perspicacia y sabiduría. Eso sí, era difícil que Julio diera un ‘sí’ a la primera de cambio, así que mejor entrar en el despacho para conseguir un ‘me la suda’. Solo así estaría el camino ganado. En el ‘Extremadura’ ha vivido Julio jornadas maratonianas, que comenzaban por la mañana en la sede central del diario en Cáceres y terminaban de madrugada en la planta de impresión, satisfecho de ver cómo miles de periódicos se repartían por toda la región. ¡Ay, el papel y sus milagros!

La sensación de jubilarse es parecida a eso que sientes cuando has hecho la mili: que solo recuerdas los buenos momentos. Y en El Periódico, Julio ha vivido muy buenos momentos, y algunos malos, esos en los que el barco casi naufraga y cuya tripulación lideró para sacar a flote y lo hizo sin estridencias porque él siempre prefería no salir en la foto, estar en la retaguardia aunque tuviera noches de desvelo y la sensación del equilibrista sobre la cuerda floja.