La comunidad internacional estaba ayer movilizada para tratar de ayudar a los damnificados por el ciclón Nargis , pero, cuatro días después de que se produjera la tragedia, el régimen militar de Birmania pone aún todo tipo de impedimentos a la entrada de cooperantes extranjeros e incluso de representantes de las organizaciones internacionales, pese a haber declarado formalmente que aceptaba la ayuda humanitaria exterior.

El saldo de víctimas del cliclón, que azotó en el país en la madrugada del sábado, se elevó ayer de forma dramática y asciende a 22.464 muertos y 41.000 desaparecidos. De las víctimas mortales, solo 671 se han producido en la antigua capital, Rangún, y su periferia. Es la peor catástrofe en el Sureste Asiático desde el tsunami de diciembre del 2004. En aquella ocasión, aunque Indonesia fue el país más afectado, Birmania no escapó al desastre y la Junta militar rechazó las ofertas de ayuda internacional.

La Unión Europea apeló ayer a las autoridades birmanas, a través de un comunicado de la presidencia eslovena, a "hacer todos los esfuerzos posibles para cooperar con las organizaciones de ayuda internacional" y asegurar "que la ayuda vaya directamente a la población más afectada por el desastre".

OFERTA DE BUSH De forma similar, el presidente de EEUU, George Bush, instó al régimen birmano a aceptar la ayuda estadounidense. "Los equipos de expertos extranjeros deberán negociar con el Ministerio de Asuntos Extranjeros y las más altas instancias", afirmó el ministro de Protección Social birmano, Maung Maung Swe. En consecuencia, los organismos humanitarios solo reciben visados en cuentagotas.

A ello cabe añadir las dificultades de orden logístico. "Todas las carreteras están cubiertas de escombros. Es una verdadera jungla", afirmó ayer en Ginebra Elisabeth Byrs, portavoz de la Oficina de coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA). El principal aeropuerto del país ha quedado dañado y la única forma de llegar a las zonas siniestradas es con helicópteros. Todas las líneas telefónicas terrestres están cortadas.

Casi la mitad de las víctimas, unas 10.000 personas, perecieron en Bogalay, en el corazón del delta del río Irrawady, la principal región arrocera de Birmania, donde el 95% de las viviendas han sido destruidas. Una ola de 3,5 metros de alto arrasó la zona. La mayor parte de los 190.000 habitantes de Bogalay han quedado a la intemperie.

Las organizaciones humanitarias intentan, como pueden, hacer las primeras evaluaciones de la situación. La Federación Internacional de la Cruz Roja (FICR), que ya estaba presente en Birmania, empezó a distribuir tiendas y agua potable, aunque de forma muy limitada, y logró que las autoridades permitieran la entrada a un coordinador regional para desastres, que llegó desde Bangkok, según explicó a EL PERIODICO un portavoz desde Ginebra. También World Vision empezó a distribuir artículos de primera necesidad, como agua, lonas y mantas, pero advirtió de la carencia de medicinas.

Otras organizaciones que ya trabajaban en proyectos en Birmania, como Care International, intentaban llegar a la zona afectada pero para ello debían "coordinarse" con el Gobierno. Acción contra el Hambre recordó que en febrero ya advirtió de la vulnerabilidad de la población por el pésimo estado de las casas.

El servicio de metereología de la India afirmó ayer que había alertado a Birmania 48 horas antes de la llegada del Nargis . La agencia de la ONU para la prevención lamentó ayer la inexistencia de un sistema de alerta precoz.