Recién secuestrada, Natascha Kampusch, con apenas 10 años, esperaba que la policía austriaca acudiera en su ayuda. Que la liberase del zulo que Wolfgang Priklopil, había diseñado para ella. La niña ignoraba que, ajena a sus deseos, la negligencia y la incompetencia se adueñaban de las labores policiales. Tuvo que ser la propia Kampusch, ya no una niña de 10 años sino una joven de 18, la que, tras ocho años de cautiverio, escapara y se presentara ante quienes presuntamente trataban de rescatarla. A punto de cumplirse, el próximo 23 de agosto, dos años desde que se zafó de la vigilancia de Priklopil, Kampusch estudia con sus abogados denunciar al Estado austriaco por la incompetencia de sus cuerpos policiales.

A principios de año, las declaraciones de un alto cargo de la policía revelaron que, en las primeras semanas del secuestro, se cometieron graves errores. Así, por ejemplo, hubo pistas que conducían a Priklopil. De hecho, el secuestrador llegó a ser interrogado por los agentes, pero nunca se registró su domicilio, donde ocultaba a la joven.

Kampusch califica de "muy extraño" el trato recibido por las autoridades policiales. "Esperaba que tras el cautiverio vinieran a hablar conmigo", y afirma que, cuando se liberó, la policía "no sabía quién era" ella.