El Festival de Teatro Clásico de Mérida ha abierto sus puertas en esta IL edición con una obra que supone un aliento de esperanza en estos tiempos de guerra. La Paz , dirigida por Juan Margallo en la versión de Miguel Murillo, es una obra que refleja los deseos de Tigreo, un hombre ingenuo cuya máxima ambición es viajar al Olimpo montado en un escarabajo gigante alimentado a base de excrementos, con la misión de pedirle a los dioses que le concedan la paz y así poder librar a su pueblo ateniense de los desastres de las guerras y toda la destrucción que ello supone.

Pero la ingenuidad del personaje, interpretado por el popular Joaquín Kremel, llegará tan lejos que el complot organizado por su esposa y aquellos que hacen de la guerra un negocio convierta a un grupo de actores cómicos y una escenografía de andar por casa en un auténtico Olimpo que deleitará el asombro de Tigreo y le dará paz ficticia.

La obra de Aristófanes como apertura del festival más prestigioso de la región pretende ser una evocación a los espectadores y una reflexión sobre el avance de las sociedades a lo largo de los siglos, y así demostrar que los tiempos no han cambiado tanto como se creía.

El deseo de paz que tanto anhela Tigreo supone para quienes le rodean simplemente de una más de las manifestaciones de locura que venía padeciendo.

LOCURA HACIA LA PAZ

El deseo de paz como indicio de locura marca el tono cómico e irónico que caracteriza el desarrollo de toda la obra y que favorecerá el despertar de más de una sonrisa en aquél que se atreva a contemplar tan entretenida representación.

El público quedó sorprendido con una escena en la que Kremel se sube a una plataforma y permanece varios minutos a ocho metros de altura, así como por el haz de luz y colorido aportado por el coro, y por las intervenciones del poeta ciego, que se acompañan con un vestuario alegre.