A estas alturas, mucha gente aún no tiene claro quién ha ganado las elecciones en Asturias y Andalucía. Según el medio consultado o el portavoz que esgrima el micrófono, el ganador cambia, como si la realidad pudiera conformarse a gusto de cada uno: victoria del PP, primer aviso a Rajoy , triunfo socialista o la izquierda andaluza vence a la derecha, mientras que la derecha asturiana se ve obligada a pactar, o lo natural es que haya un pacto en Andalucía. Por eso, enredada en comprender cómo se tergiversa un resultado, y que una cosa es haber ganado y otra muy distinta, poder gobernar, creo que hoy más que nunca es necesaria la revolución de las palabras y la sintaxis, la única capaz de ordenar los despropósitos. La idea no es mía, sino del escritor Víctor Chamorro que hace poco animó a los jóvenes a leer para entender el mundo. Al principio fue la palabra, les dijo, y al final también, porque todas las asignaturas, hasta las de ciencias, se explican con palabras. Quien comprende un enunciado, lee entre líneas, capta el doble sentido y la intención, no se deja engañar tan fácilmente. Ahora, cuando la perplejidad y la indignación vienen incluidas en el café del desayuno, saber leer es la única defensa contra quien te acusa de ingenuo por no conocer las reglas del juego. No importa qué nos quieran hacer pensar sobre las últimas elecciones. Cada uno debe ordenar el mundo a pesar del exceso de información existente, que provoca justo lo contrario. El manual de instrucciones está en nuestra propia cabeza, a salvo de manipuladores. Solo tenemos que activarlo, como siempre, con la contraseña de las palabras mágicas.