El paisaje de Atapuerca "es atrayente e inhóspito". No hay restos de obra humana. Sólo huesos de miles de años sepultados bajo sucesivas capas de tierra. "Fue una visita dolorosa. No sé qué capté allí", afirma Pablo Guerrero. Imaginó en ese viaje al yacimiento a uno de esos antepasados imprimiendo su huella en la piedra. Y así arrancó un libro, Escrito en una piedra , del que, recién publicado, casi se ha desembarazado para poder volver a cantar, a componer canciones. "Ahora doy muchos conciertos", dice este músico de larga andadura y referente de cantantes más jóvenes como Javier Alvarez o Ismael Serrano.

Se ha metido de nuevo en el estudio de grabación después de la experiencia de Alas hace un par de años. Ha dejado sus propias palabras de lado para tomar las de poetas contemporáneos extremeños. Alvaro Valverde, Santos Domínguez, Santiago Castelo, Basilio Sánchez, Ada Salas... Así hasta quince. "Están escribiendo una poesía notable y es mi manera de reconocerlo".

"Me gusta que los autores a los que les pongo música estén vivos. Así me pueden reñir si no les gusta la canción", dice.

¿Y él? ¿Ha reñido a los que hicieron versiones de sus temas, por ejemplo, el pasado año en el disco Hecho de nubes , que produjo Ismael Serrano? "No, me gustaron esas versiones. Suena un poco diplomático; pero es cierto. Mis propias versiones las tenía muy oídas. Así que escuchar las de ellos era como si fueran nuevas".

Este clima de amistades, de transfusiones artísticas, de homenajes tiene algo de la vida sencilla que anhela el poeta y que es "vivir en el latido de los demás y en el de las cosas", aunque reconoce que es difícil hacerlo en un mundo con hábitos de pensamientos tan arraigados.

EN ESTADO DE TRANCE Su faceta poeta un tanto secreto se ha roto con la publicación en la editorial Visor de Escrito en una piedra . A ello le animaron amigos como Luz Casal o Miguel Ríos. "Envié el libro a la editorial pensando que tal vez no gustaría; pero me llamaron y aceptaron publicarlo".

En Escrito en una piedra "hay una fidelidad a la tierra, a la materia de la que estamos hechos", dice de su último poemario. Algunos de sus versos están pensados hace más de 20 años. Pero cuando se puso a escribirlos, en un estado como de trance, apenas tardó un par de semanas en concluir el libro.

"Fue como si se rompiera un dique y empecé a escribir obsesivamente". En él hay "una mirada sagrada sobre el ser humano y el mundo que lo puebla, un deseo de mirar limpiamente". Así que la poesía ocupa en su vida un lugar central, por más que ahora desee cantar. ¿Y para los demás? "Creo que hay más lectores y mejores. Pero la poesía hay que leerla en pequeñas dosis. Y si entra, entra por todos los sentidos".