TFtermín Solís se ha consolidado en los últimos años como uno de los mejores dibujantes de cómics de nuestro país. Su último trabajo, publicado con gran acierto por la Editora Regional de Extremadura, es una muestra más de su valía. Me refiero a Buñuel en el laberinto de las tortugas (2008), novela gráfica en la que su autor, reinventándose a sí mismo, abandona las bucólicas historias urbanas protagonizadas por anónimos perdedores para recuperar la compleja figura de Luis Buñuel , enfant terrible del cine español. Plagado de imágenes deudoras del séptimo arte (hay algunos travellings de lujo), el libro rescata aquellos años 30 en los que el cineasta turolense, aún en París, empezaba a aburrirse del movimiento surrealista. Como buen amante de los extremos (en el libro queda retratado como burgués y revolucionario al mismo tiempo), Buñuel decide abandonar el glamour de la Ciudad de la Luz y adentrarse en la comarca extremeña de Las Hurdes, entonces castigada por el hambre. Fruto de aquel viaje es su controvertida Las Hurdes, tierra sin pan , un documental de apenas media hora, rodado en 1932, muy celebrado o muy castigado --no es posible el término medio-- por los extremeños, los de aquellos días y los de estos. La duda que sembró el director aragonés es si vino a nuestra tierra para agitar conciencias, como él mismo presumía, o a perpetuar morbosamente la leyenda negra.

En cualquier caso, a Fermín le ha salido una obra redonda, llena de encanto, en la que priman la documentación, el surrealismo y las referencias culturales. En definitiva: un hermoso laberinto de tortugas donde merece la pena perderse.