Nos quejamos de que se lee poco, pero de dónde va a sacar la gente tiempo para leer si se pasa las horas escribiendo. Hay ya más escritores que agentes inmobiliarios. El volumen de publicaciones es tan desmedido que los libros desfilan por los escaparates de las librerías a velocidad de promesa electoral, sin tiempo a distinguir los hueros de los verdaderos. Por eso hay veces en que es una obligación levantar el dedo y decir: señores, he aquí algo que merece la pena. Es el caso de la novela de Luis Landero , Hoy, Júpiter , casi recién nacida y ya desplazada a codazos por imperativos de la novedad. Esta obra, como todo lo anterior de Landero, es, a mi parecer, una revisión novelada de los primeros versos de La Divina Comedia de Dante , esos que dicen: "en la mitad del camino de mi vida, me encontré por una selva oscura, que la derecha senda era perdida". En efecto, como el Dante, reflexiona Landero acerca de hombres que llegan de pronto a la madurez y se ven perdidos en la selva oscura del mundo, con los sueños de la infancia rotos y dolientes entre las manos. Solo que él introduce una novedad respecto a Dante. Si el italiano atravesó su infierno con un maestro --Virgilio , que lo conduce hasta las puertas del cielo--, el destino del hombre moderno se hace en Landero más trágico porque se ha quedado sin maestros, está solo en medio de un infierno repleto de tecnologías hipnotizantes y de políticos y de grandes sueños que lo distraen de su verdadero destino, que no es otro que encontrar su íntima y particular felicidad. Algo que en Dante se identifica con Dios y en Landero con ajustarse al guión que impone a nuestras horas la humilde monotonía.