THtace poco me contaba un amigo gallego que si hay personas que aman a sus familias son los marineros. Pasar meses fuera de casa sobre la inestabilidad del agua les hace ser conscientes de lo que dejan en el hogar. Ellos, sabios de la distancia, conocen desde hace tiempo lo difícil que es formar una familia y subsistir en ella capeando temporales. Dicen que en el mar, estar a un lado o a otro de las cosas, al igual que en política, tiene su nombre. Barlovento es la dirección en la que empuja el viento, el lado expuesto, y sotavento es la zona más protegida. Es muy importante en navegación tener controladas estas dos demarcaciones. Como curiosidad, existe una extensión de agua en el Océano Atlántico que ocupa parte del norte y del sur de la Línea Ecuatorial y en la que no existen ni barlovento ni sotavento. Esta franja se denomina la latitud de los caballos . Cuentan que cuando los barcos españoles, en sus viajes al nuevo continente, cruzaban esta zona se quedaban varados durante días, por lo que la tripulación tenía que aligerar el peso de la embarcación para aprovechar la más mínima brisa. Al pasar los días sin moverse la desesperación de los marineros era tal que terminaban arrojando víveres, armas y hasta los caballos por la borda. En la actualidad el mar ya no es lo que era, la familia tampoco. Ahora montar una familia es mucho más fácil, se empieza regalando un par de trajes y se termina organizando toda una trama, sin necesidad de salir a navegar lejos. Pero por lo demás, todo sigue igual. Que algunos políticos recomienden encarecidamente a los ciudadanos mirar hacia otro lado ante todo lo que está ocurriendo es como tirar los caballos por la borda buscando un poco de brisa. Lo que se ha hecho siempre.