Este señor es de Friul, recuerda la prensa italiana, y con esa certeza entre manos parece que todo es más fácil. Ah, claro. Del Friuli. Un obstinado. ¿Cómo explicar, si no, que un modesto aparejador, humilde y tranquilo, propietario de una tienda de azulejos, se haya lanzado y mantenido en el abismo de esta larga batalla, estas casi dos décadas de suplicio? Los del Friul son obstinados, Beppino Englaro es del Friuli, Beppino es obstinado. La RAI subraya que en cualquier momento habría podido llevar a su hija a Holanda, o a Suiza, pero si algo ha quedado claro es que este hombre impasible quería hacer las cosas a su manera.

Y a su manera significaba haciendo valer la ley, llevando hasta el final la confianza en que estaba de su parte. "Las leyes italianas son más avanzadas que sus políticos", declaró hace unos días, en medio del vendaval desatado por las maniobras de Silvio Berlusconi. La obcecación valiente de Beppino Englaro parece sin duda el combustible que le ha permitido culminar su empresa, aunque no a cualquier precio; no hay una foto suya en la que no aparezcan esos ojos destrozados.

Sin pena ni gloria

No hay que olvidar que este señor de Friul es antes que nada una persona que en la práctica ha perdido dos veces a su hija: la primera, después del accidente que la dejó en coma, en 1992; la segunda, esta semana. A la impensable experiencia, Beppino agresó esa cosa absurda: de magistrado en magistrado, de tribunal en tribunal, un año tras otro cambiando primero de lustro y luego de década.

El Beppino batallador publicó en octubre un libro que, curiosamente, ha pasado sin pena ni gloria por las librerías. Se titula Eluana, la libertad y la vida y en él el padre cuenta básicamente las dos historias, la suya y la de su hija, y lo hace, según quedó consignado en una reseña, con cero pudor. "Se narra el dolor, pero no solo el dolor. Se explican los detalles del proceso médico. Hablan los amigos de Eluana, y dan testimonio de sus deseos cuando estaba consciente. Y, sobre todo, se cuenta el largo calvario sanitario y judicial de un padre, y la búsqueda angustiosa del respeto por la voluntad de su hija como un extremo, indispensable acto de amor". En Italia las opiniones van y vienen, pero pocos se leen el que es el único documento que narra toda la historia.

"Quiero que se sepa que soy yo el único responsable, he sido yo el que ha llevado esta historia hasta el fin". Beppino está cansado y quiere estar solo. Ha dicho que ni siquiera va a ver a sus amigos. Que no lo llamen, por favor. A una desconcertante pregunta de un periodista de la RAI ("¿Qué le diría ahora a su hija, si estuviera viva?"), Beppino ha respondido: "Lo hemos conseguido". Lo dijo tras viajar a Udine para despedir a Eluana. El trayecto, desde Lecco, tuvo que hacerlo con dos escoltas, porque está amenazado de muerte.