TMtira que da juego la refinería. Primero se debatía sobre su conveniencia, después se ha debatido sobre los asistentes a la manifestación de Villafranca y ahora se empieza a debatir sobre si existe ese gran proyecto empresarial para Cáceres. Como decía Unamuno, y acertaba, quien discute mucho, medita poco. Así que aquí nos tienen, encerrados con un solo juguete (eso lo decía Marsé) y dándole vueltas a una refinería que se ha convertido en el centro de todas las desdichas y en el eje de todos los beneficios. La refinería está sirviendo como arma arrojadiza para todo y con ella como quijada nos estamos arreando de lo lindo en una pelea cainita y estúpida muy propia de esta tierra.

Hace ya semanas que no se oyen argumentos ni se escuchan voces matizadas y autorizadas. Todo es pancarta, pintada, avioneta, autobús, eslogan, mitin, zambombazo, tentetieso, ocurrencia, boicot, insulto, guerra de cifras, guerra de datos, guerra de consignas. Vuelve la famosa raya de Pizarro, a la que estamos tan acostumbrados desde la conquista del Perú: o estás conmigo y contra la refinería o estás contra mí y a favor de la refinería. O viceversa. De este berenjenal, Cáceres ha sacado una tajada inesperada o, al menos, una promesa de tajada: ese proyecto de instalación empresarial que tiene como loco a todo el mundo. Nadie sabe de qué se trata, pero aseguran que es verdad. Es como aquella leona que cada verano llegaba a la provincia para llenar las páginas de los periódicos: nadie la ha visto, pero todo el mundo asegura que existe.