La imagen de Felipe y Letizia abandonando el tanatorio bajo esa maldita lluvia que marca los capítulos de su vida resume el dolor que siente cualquiera al quebrársele el alma cuando alguien suyo se va para siempre. Seas rico, famoso, anónimo o heredero de una corona. La lluvia, maldita lluvia, calaba muy dentro. Llovía el cielo de un Madrid triste, mortecino escenario del ciclo de la vida: Letizia llevaba en el vientre a su segunda hija y despedía a su hermana.

De nada servirá desvelar lo ocurrido. Ni las estériles especulaciones sobre los últimos días de la cuñada del Príncipe. El agradecimiento de Letizia --"a las personas que se han sentido apenadas"-- evidenció muchas cosas. Las cuatro palabras de su marido a los fotógrafos --"gracias por vuestra comprensión"-- fueron las de un hombre educado para afrontar los golpes más duros. Dejémosles en paz con su dolor.

*Periodista.