TEtl Quijote no es una obra para niños y sólo excepcionalmente es una obra para adolescentes. Lo digo yo, que no soy nadie, lo dice Umbral, que ya es alguien y lo aseguran muchos profesores y pedagogos. Ya sé que Martín de Riquer lo leyó por primera vez a los siete años tumbado en el suelo y que Francisco Rico lo leyó a los 14 años en un hotel de Zaragoza. Pero eran Rico y Riquer, los más influyentes editores modernos de la obra. Lo normal es que si te obligan de joven a leer el Quijote , acabes cogiéndole tal ojeriza que luego, cuando el paso y el poso de la edad te capaciten para disfrutarlo, no puedas hacerlo. Cuesta liberarse de la manía al Quijote si te lo metieron con calzador siendo adolescente. Sólo con el tiempo comienzas a disfrutarlo y, ya que esto es un periódico, te das cuenta de que en el final del primer párrafo están las claves (la complicidad, el preámbulo, el juego, la intención, el interés azuzado) del columnismo moderno: "Pero eso importa poco a nuestro cuento: basta que en la narración dél no se salga un punto de la verdad".

A quienes no han leído nunca el Quijote , Riquer les dice: "Pues no sabe usted la suerte que tiene". Efectivamente, es una suerte descubrirlo en la edad madura, sin prejuicios ni ansiedades. En estos días, los niños y los adolescentes extremeños están padeciendo un aluvión quijotesco: exposiciones, teatro, lecturas, webs, juegos, películas... Mucho me temo que acaben cogiéndole tal manía que tarden décadas en atreverse a leer espontánea, relajada y placenteramente la primera novela moderna.